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Prueba

Cupra Ateca: Declaración de intenciones

  • Coherente con su papel y su destino en el grupo al que pertenece
  • Cupra quiere tocar la fibra de un perfil de conductor más exigente

No todos los días se asiste al alumbramiento de una nueva marca, y menos aún –porque es la primera vez en su historia– cuando lo que germina es un esqueje de SEAT. Coherente con su papel y su destino en el grupo al que pertenece, la marca española ha dado entidad a la denominación que hasta ahora había estado reservada a sus modelos de altas prestaciones. Y aunque por lo visto en los últimos grandes salones, lo mejor está por venir, al Cupra Ateca hay que analizarlo como lo que es: una declaración de intenciones.

Con ese enfoque hemos hecho nuestra primera aproximación a este todocamino deportivo con 300 CV de potencia y una serie de evoluciones en su estructura dirigidas única y exclusivamente al dinamismo. Parte de la razón de ser de Cupra como una derivación de SEAT descansa en su voluntad de tocar la fibra de un perfil de conductor más exigente, que no entiende la conducción como un trámite, sino como un aliciente. Ya saben aquello de que lo importante no es el destino, sino el trayecto que se hace hasta llegar a él. Pues el Cupra Ateca hace de ese viaje una experiencia.

Toda promesa de deportividad queda en nada si no se materializa al pulsar el botón de arranque. El Cupra Ateca deja poco espacio a la intriga porque en cuanto toma vida el motor 2.0 TSI turbo de inyección directa de gasolina de 300 CV (entre las 5.300 y las 6.500 rpm) y 400 Nm (entre las 2.000 y las 5.200 rpm) se percibe que hay buena materia prima. Sobre el papel, antes de seleccionar la directa del cambio DSG, sus números son los de un atleta entre sus congéneres. Pocos modelos pueden presumir de una aceleración de 0 a 100 km/h en 5,2 segundos o de poder desarrollar en un entorno adecuado una velocidad máxima que roza los 250 km/h.

No va a ser el caso. Más que esa diligencia en recta, nos interesa del Cupra Ateca su capacidad para pespuntear una curva tras otra en una carretera de montaña, así que nos desplazamos hasta el sur de Gran Canaria y sus tramos para poner a prueba esos 300 CV, pero también su configuración de chasis y su bajo centro de gravedad.

Primer paso: activar el modo Cupra en el mando giratorio de la consola central. Es así como todo el sistema (control dinámico de chasis, control de tracción, ESC, dirección, motor y transmisión) se preparan para responder con prontitud y garantizar un torrente de sensaciones a quien está al volante. El propio sonido del motor que emite la cuádruple salida de escape es un anuncio de lo que viene.

Además de rebajar su centro de gravedad –condición indispensable para mejorar la dinámica de un todocamino–, Cupra ha dotado al Ateca del DCC, es decir, el sistema de suspensión adaptativa que actúa incluso de forma automática para mitigar la tendencia natural a balancearse la carrocería al negociar un viraje a alta velocidad. Esto se hace especialmente patente activando ese modo Cupra que hace el coche mucho más recio en su comportamiento.

Eso incluye también la dirección asistida electromecánica. La marca explica que al situar el motor que la mueve sobre la propia cremallera, la servodirección puede adaptarse a un mayor número de parámetros. En la práctica, la realidad es que la sensación que transmite el volante no puede ser más satisfactoria, sea cual sea el ritmo o el tipo de carretera que abordemos. En conducción deportiva brilla por una precisión que no va en perjuicio del confort.

Mientras en un SUV convencional la tracción total 4Drive ejerce como poderoso argumento a la hora de avalar su capacidad todocamino, en el Cupra Ateca su valor reside en la capacidad que le otorga de mejorar su motricidad en curva y, por supuesto, incrementar notablemente su seguridad. Y lo hace teniendo en cuenta los datos que aportan los sensores (velocidad de cada rueda, posición del volante, etcétera), pero también el estilo de conducción.

Los frenos tampoco son cualquier cosa... Discos ventilados delante y detrás de 340 mm y 310 mm de diámetro respectivamente que lucen orgullosos tras las llantas diamantadas de 19’’ y mordidos por unas enormes pinzas negras con la denominación de la marca. Un buen antídoto para el motor 2.0 TSI de 300 CV nos transmitió las mismas sensaciones que en el contacto que mantuvimos en Madrid con el León ST Cupra R: un propulsor irascible si se quiere (activando el modo ‘Sport’ y, sobre todo, el ‘Cupra’), rebosante de fuerza hasta el corte de encendido e increíblemente elástico. La comunión con el cambio DSG de siete velocidades es tan perfecta que, sea cual sea el modo activado, siempre extrae lo mejor del propulsor: suave pero atento en ‘comfort’ y nervioso en los más dinámicos.

Un diseño discreto

Ver el exterior de este coche es como hojear el libro de estilo de Cupra como marca. Salta a la vista que en este caso ‘se escribe’ sobre la base del Ateca convencional, pero es interesante rastrear una serie de detalles que hemos visto, por ejemplo, en el Formentor, el primer modelo independiente de la gama SEAT y que se lanzará a mediados del año que viene.

Elementos como la parrilla de nido de abeja, embellecedores en negro brillante en spliter delantero, raíles de techo, marcos de las ventanas, taloneras, retrovisores y difusor posterior, las afiladas llantas de 19’’ o el propio emblema de Cupra, el mismo que se proyectan al suelo desde los espejos exteriores cuando se desbloquean las puertas. Para reforzar su personalidad, ambos paragolpes son específicos de este modelo.

Sacando partido a una buena base

De puertas adentro, el Cupra Ateca sigue punto por punto lo que se espera de un coche que hace de sus (altas) prestaciones su bandera. Eso incluye un predominio del negro y el uso extensivo del cuero en volante deportivo, palanca del cambio y asientos, aunque éstos (como los paneles de las puertas) también se visten de alcántara para una mejor sujeción del cuerpo. Los laterales, en cambio, se adornan mediante un tejido con un patrón similar al de la fibra de carbono.

Las costuras que unen todos esos materiales adquieren el color cobre que ya es una característica inmutable de Cupra. También aquí el logotipo se repite en volante, moquetas, reposacabezas delanteros, en la funda de la llave y en las estriberas iluminadas de las puertas. La pantalla táctil de 8’’ del sistema multimedia o el cuadro de instrumentos digital personalizable se sirven también de unas gráficas ‘100% Cupra’. Otro de los puntos fuertes de este modelo es su equipamiento, ya que cuenta con lo último en asistentes, confort y dispositivos multimedia de serie. Sus opcionales cargan hacia el lujo o la deportividad, pero la base del Cupra Ateca es también aquí sobresaliente.

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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