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Audi Q3: menos Q, igual de Audi

  • Probamos el que es el lanzamiento del año para Ingolstadt

De los tres componentes de la familia, el Q3 es el menos todocamino de todos. Este Audi es un ejemplo de libro de esa nueva hornada de coches que, al calor del furor SUV pusieron el acento en la forma y no tanto en el fondo. Lo importante es su aspecto y que su perfil los convierte en una buena alternativa frente a los monovolúmenes compactos para familias jóvenes. Además, las marcas Premium se mueven como pez en el agua en este segmento que ya comprende distintas tallas y, en todas, lo que prima es el lujo y la tecnología.

En este contexto y, como dijimos en el reportaje que le dedicamos a este coche con motivo de su lanzamiento, en el de una paulatina racionalización de los tamaños de los SUV nobles -que empezaron siendo enormes y caminan hacia tallas M y S- se sitúa el Q3. Un coche que si por algo se diferencia es por tener el aspecto de un Audi, por ser igual de confortable que un Audi y, sobre todo, por rodar como un Audi. Y algún lector avispado dirá “claro, es que es un Audi”... Pero no nos adelantemos. Vayamos por partes.

Ya apuntamos en nuestra particular bienvenida al mercado canario que las dimensiones se corresponden con las de un turismo compacto: 4,39 metros de largo (24 centímetros menos que el Q5) y 1,83 de ancho, pero con una altura de 1,6 metros incluyendo las barras laterales del techo. El arco que dibuja el techo para darle un aire más deportivo y menos todoterreno repercute negativamente en la amplitud de las plazas traseras, que en cambio, gracias a la posición erguida, gozan de suficiente espacio para las piernas.

Las delanteras son, como buen Audi, un buen ejemplo de cómo lo lujoso no tiene por qué ser excesivamente formal. El Q3 tiene el porte de cualquier componente del catálogo de modelos del fabricante alemán, pero con ese cierto desenfado que transmiten los A1 y A3. Si encima se viste este extraordinario cuerpo con el cuero napa de los asientos deportivos eléctricos, las inserciones decorativas emplean una estructura de malla de aluminio con efecto ‘3D’, se incluye el elegantísimo paquete de iluminación interior y todo se enriquece con un tenue baño de luz natural extra mediante el techo de cristal panorámico (todos, extras de equipamiento que incluía la unidad de pruebas), el resultado es el que ven: impresionante.

Eso, a la vista, y al tacto vuelven a brillar los genes Audi en cada uno de los mandos que trufan el habitáculo, si bien es cierto –y se agradece- que la gran mayoría se concentran en unos pocos centímetros, en el palmo y medio que va desde el equipo de sonido al selector del cambio S Tronic. Mención especial merece el mando MMI que a diferencia de otros modelos de la marca abandona su posición original –en el túnel de la transmisión- para situarse en la misma consola. El aspecto y el roce del salpicadero, paneles de puertas, mandos y botones es impecable.

Cuesta dejar a un lado esa vertiente lujosa de este todocamino cuando el equipamiento de la versión que Audi Canarias ha puesto en nuestras manos incluía algunos de los extras más opulentos como el sistema MMI con navegador y el paquete Connectivity. De vuelta al espacio y a las posibilidades funcionales del interior, junto a las plazas delanteras, el Q3 puede sacar pecho de su maletero de 460 litros. La cifra, sin ser rotunda, convence al ver cómo la forma del cofre permite aprovechar hasta el último rincón.

De su diseño, como siempre cuando nos subimos a probar un coche, pasamos de puntillas. En la primera información que publicamos ya pusimos bajo lupa la parrilla singleframe diamantada o los nuevos faros –con luces de xenón ‘plus’ en esta unidad- en forma de cuña y cuyos diodos LED para la luz diurna dibujan un trazo en forma de C muy característico. El gran logro de Walter de Silva y sus chicos es que a pesar de ser un coche que se encuentra en medio de un cruce de caminos entre la gama Q, el A3 y hasta el A4, tiene personalidad y en cierta medida es inconfundible.

Un verdadero Audi

Habrá conductores que, con todo lo dicho hasta ahora, ya firmarían guardar un Q3 en su garaje. Pero otros, los que ven un coche más como una fuente de sensaciones que como un simple medio de transporte o un objeto que, como un reloj o una joya, son representativos de un estilo de vida o un estrato social, querrán más. Pues bien, atentos. Es evidente que, como arrancamos esta prueba, el Q3 es el menos todocamino de esta subgama SUV de Audi. Se trata de un coche con carrocería baja –tan sólo 17 centímetros de altura libre- y da pocas alas a los que quieran escapar del tedioso asfalto.

Tampoco hay que olvidar que, a diferencia de sus hermanos, en la tracción total quattro el reparto del par entre los ejes delantero y trasero se realiza a través de un embrague multidisco hidráulico tipo Haldex. Un mecanismo más simple que, a efectos de motricidad, agarre y seguridad en asfalto con poca adherencia sí reporta ventajas y con eso nos tenemos que quedar. Porque el Q3 no es un Q7, igual que le sucede a sus homólogos de otras marcas, que tienen las espaldas cubiertas con algún hermano mayor que eso de moverse entre tierra y piedras se lo ven hecho.

Sin embargo, lo que no se le puede quitar a este vehículo de talla compacta es que pisa la carretera como un verdadero Audi. Puede que no tenga la agilidad de un A3, pero tiene un aplomo que lo acerca a los territorios de un A4. Se aprecia esa flema, esa gravedad de un tren delantero que tan bien lee la carretera, y una clase en el rodar que confirman que independientemente de su perfil SUV, el Q3 -como el BMW X1 o el Range Rover Evoque-, prefiere pasar de puntillas por la tierra y demostrar de qué madera está hecho en asfalto.

Aunque no es precisamente de madera de lo que está fabricado el Q3. Es uno de los botones de muestra de cómo Audi se maneja en la construcción ligera. Tanto el capó como el portón del maletero han sido elaborados en aluminio. Y no son los únicos, porque diversos elementos del bastidor también se adaptan a la técnica Audi Space Frame (ASF) para combinar este metal y acero de alta resistencia en distintos espesores para reducir peso. Gracias a ello, el Q3 supera por poco los 1.500 kg en báscula, una cifra que lo sitúa entre los más ligeros de su categoría. Esto influye en su manera de enfilar los virajes más pronunciados, haciéndolo claramente más ágil que otros SUV de su tamaño a los que nos hemos subido.

S Tronic: la guinda

Esa guerra al gramo, en realidad, tiene otra finalidad práctica para Audi, la de reducir consumos y emisiones. Con el motor 2.0 TDI de 177 CV de potencia y 380 Nm de par máximo con cambio S Tronic de siete velocidades, la marca ofrece como dato oficial 7 litros a los 100 km y 156 gramos de CO2 por kilómetro. Durante nuestra toma de contacto la cifra se movió siempre por encima de esta cifra, si bien es cierto que cuesta renunciar al poder de aceleración de este motor... Es su argumento principal frente al 2.0 TDI de 140 CV. En bajas y medias revoluciones no nos ha parecido un motor demasiado diferente al otro ‘common rail’ de dos litros, pero en altas es donde marca distancias de una forma notable. Lo malo, es que si se va en busca de la zona roja del cuentarrevoluciones, los consumos se disparan.

Donde no ha habido sorpresas es en la transmisión porque el S Tronic de siete velocidades es sencillamente sublime. Es casi imposible cogerle en un renuncio, ya que aunque tiende a echar mano de marchas largas para ahorrar combustible, sólo hace falta pisar el acelerador con un poco de energía para ver esa segunda parte del motor TDI de 177 CV. La guinda de un coche que, entre los de su especie, lo tiene todo para partir la pana, incluso un precio más que razonable. Y, por si fuera poco, se fabrica en nuestro país. ¿Se le puede pedir más?

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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