COCHES
Prueba

Skoda Yeti: cuando el asfalto no es suficiente

  • El SUV de Skoda es ideal para los neófitos en trayectos off-road
  • Ágil y estable, en asfalto no descompone el gesto
  • Skoda ofrece un producto diferenciado y diferenciador

Skoda sigue ampliando su gama desde el sentido común. Partiendo de la base del Fabia y con el gran Superb coronando la pirámide, la estrategia de los últimos años de la marca de Mladá Boleslav se ha basado en completar los huecos que hay entre uno y otro modelo con permiso del Octavia o el último en llegar, el Roomster. Les podemos adelantar en este sentido que el siguiente paso será el de sumar a la oferta un compacto con el que poder entrar a saco en el reparto del pastel mayoritario de ventas. Aunque para ello habrá que esperar.

Volviendo al Yeti, quizá se pueda pensar que, con él, Skoda llega tarde a la categoría de los SUV compactos. Otros –entre los que nos encontramos- que en vez de tener en contra el factor tiempo, en la República Checa han sabido darle la vuelta al argumento. ¿Cómo? Huyendo de la norma, del estándar de su segmento para ofrecer un producto diferenciado y diferenciador; y no sólo en diseño, también en equipamiento y posibilidades ‘off-road’. Porque puede gustar más o menos, pero en posibilidades como todocamino, el Yeti es hoy por hoy una de las opciones más válidas que hay, sobre todo para aquellos conductores que no tienen una dilatada experiencia en conducción sobre terreno agreste.

Como sucede tantas y tantas veces en el mundo de la automoción, la imagen del Yeti puede ser su baza número uno, pero también su principal problema. Fiel -casi hasta las últimas consecuencias- a aquel primer concepto que se presentó en 2003, parte de su lenguaje estilístico ya se había aplicado al Fabia, Roomster, Superb y Octavia, pero al volver a su fuente de origen éste se muestra en todo su esplendor. Primero, porque la potente parrilla ‘marca de la casa’ de Skoda le queda perfecta a un SUV de sus dimensiones (4,22 metros de largo, 1,8 metros de ancho y 1,7 metros de altura); segundo, porque el desdoblamiento de los grupos ópticos aporta un aire simpático y desenfadado a un coche que -incluso en las campañas de marketing que ha desarrollado su importadora para Canarias- irradia ‘buen rollo’; y tercero, porque algunos de los detalles de diseño que en el Roomster pasaron desapercibidos, en el Yeti brillan de una manera especial.

Y es que lo último de la marca checa da mucho juego. Así sucede con el pilar A, atenuado con un acabado en color negro brillante que casi lo solapa con el parabrisas. De ahí hacia atrás, las ventanillas huyen también de la rutina del segmento aunque sin llegar a ser tan atrevido como lo fue el Roomster, coche del que ya hemos dicho que le debe mucho este SUV. Tanto es así que la primera vez que nos acercamos al Yeti sorprende. A nosotros nos sucedió cuando lo vimos en vivo en el Salón del Automóvil de Barcelona de 2009, y es que inconscientemente adaptamos sus proporciones a las del Roomster, cuando entre este modelo y el Yeti hay una gran diferencia.

Si el frontal es inconfundiblemente Skoda, la parte trasera no le va a la zaga… Aquí se identifica rápidamente el Octavia, sin duda el gran buque insignia de la marca de Mladá Boleslav.

Si se fijan bien, en Skoda juegan conscientemente al despiste con este nuevo modelo. Sí, es un SUV, pero prefieren quedarse nadando entre dos aguas antes que apostar con todo el equipo a la imagen de un ‘todoterreno’ de la vieja escuela. No en vano –y volvemos a esa utilización a favor del factor tiempo- el éxito de modelos muy eclécticos como el Nissan Qashqai o la irrupción de modelos como el Kia Soul, el Citroën C3 Picasso e incluso el Nissan Cube exploran esta misma vía. Desde nuestro punto de vista, además de ser un canto a la indefinición, también es una manera de expresar que el Yeti es un SUV, pero un SUV para todo tipo de públicos.

Posibilidades off-road: Superando al Tiguan

A pesar de estrenarse en este segmento –el de los SUV- lo cierto es que la tierra no le ha sido del todo ajena a Skoda. Las versiones Scout del Octavia o el Roomster sirvieron para ir haciendo camino y de esa experiencia el Yeti también se aprovecha y más que en aspecto campero (protectores de los bajos de la carrocería) lo verdaderamente relevante es el uso de la tecnología de tracción total a través de un embrague Haldex multidisco de última generación. Este sistema reacciona ante la detección de cualquier tipo de pérdida de tracción redistribuyendo la entrega de par de una forma automática.

El ingenio sobre el que se basa la tracción 4x4 del Yeti es idéntico al de su primo lejano alemán, el Volkswagen Tiguan. Hasta aquí todo normal. Lo curioso es que Skoda aporta a su todocamino un plus importante respecto a aquél con una opción sumamente recomendable para los que de verdad vayan a explotar esas aptitudes extra asfálticas del Yeti: el modo ‘off-road’. Activable desde un botón de la consola central, esta opción actúa sobre el ABS, el control de tracción, el ESP, el bloqueo electrónico del diferencial (EDS) y sobre el la respuesta del acelerador para dulcificar todas sus reacciones y evitar en la medida de lo posible cualquier pérdida de agarre.

Además, y siguiendo con sus diferencias, este botón ‘off-road’ activa otra opción más que se suele asociar a modelos que disponen de una caja reductora. Es decir, a todo terrenos de verdad, sin concesiones. Activando ese interruptor se pone en marcha un control de descenso muy efectivo y que funciona no sólo dejando caer el coche de morro con una marcha engranada, también en punto muerto ¡e incluso marcha atrás!

Con todo ello, aunque el pulsador se denomine ‘off-road’, podríamos decir en realidad que se trata de un asistente a la conducción fuera sobre terreno campestre. Por supuesto que no está preparado para zonas trialeras, pero con sus 18 cm de altura libre, un ángulo de entrada y de salida de 19 y 26,7º respectivamente y su tracción integral 4x4, el Yeti no es un vehículo de cotas compactas disfrazado de todocamino, es un SUV de cabo a rabo.

Comportamiento dinámico y prestaciones: Potente y estable

Antes de analizar su comportamiento dinámico hay que partir de dos cuestiones. La primera es que la versión que probamos estaba impulsada por el motor 2.0 TDI ‘common rail’ de 140 CV. La segunda afecta a su bastidor, directamente emparentado con el Skoda Octavia. Y es que aunque por dimensiones y aspectos podamos pensar que el Yeti comparte más con el Roomster que con la berlina, lo cierto es que de ésta última ha tomado su plataforma rodante, incluyendo la arquitectura de amortiguación, con McPherson delante y paralelogramos deformables detrás.

Hechas estas dos aclaraciones, se entiende que el Yeti es un coche que sea sobre tierra o sobre asfalto –especialmente aquí- pisa realmente bien. Se comprende también por qué hace gala de una gran estabilidad, casi equiparable al de una berlina media, pero sin incurrir en esa tendencia al subviraje tan común entre los SUV. En general, el bastidor está muy equilibrado, firme en el tren delantero y más confortable en el trasero, algo encomiable tratándose de un vehículo que tiene el centro de gravedad elevado y cuyo recorrido de suspensión debe tener un margen para cuando toca ensuciarse y dejar atrás el asfalto.

Respecto al motor, el 2.0 TDI ‘common rail’ en su versión de 140 CV es una maravilla. Cien veces lo probaremos y cien veces nos convencerá. Potente, elástico y lleno de par a bajas revoluciones para sacarnos de cualquier aprieto y aprovechar al máximo las posibilidades dinámicas que nos ofrece un Yeti. Como ven, un coche que es una caja de sorpresas.

Interior: Amplio, cómodo y luminoso

Quizá el interior es el capítulo donde el Yeti no termina de convencer. Un exterior tan ‘juguetón’ invita a pensar que el interior va a ser más personal, menos esclavo de los estándares de la marca. Los aires de familia son innegables y ello le reporta ventajas como los buenos ajustes de los materiales, el acabado correcto de cuadro, indicadores, mandos y pulsadores o el gran confort de todas sus plazas. Sin embargo, echando un vistazo a los alardes otros SUV de su tamaño y categoría, quizá se esperaba más de él.

La posición elevada de los asientos –tal y como corresponde a un todoterreno- permite aprovechar al máximo su distancia entre ejes (2.578 mm) ofreciendo un espacio suficiente para cinco ocupantes. De maletero no anda nada mal, con 405 litros ampliables hasta los 1.580 con los asientos plegados y recogidos. Además, la sensación de espacio viene reforzada por la luminosidad de su interior, una impresión que se multiplica si la versión monta el techo de cristal panorámico practicable, como la unidad que probamos.

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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