Tanto tienes, tanto vales

  • Pocas marcas siguen ajenas a la venta de asientos al mejor postor

Hace días me puse a echar un vistazo a unas fotos que mi padre hizo a principios de los ochenta en una carrera de motos en un circuito urbano de València. Además de emanar ese aroma único mezcla de aceite de competición de motores ‘dos tiempos’ –yo no llegué al de ricino y que dicen que era el no va más– y balas de paja, esa imagen te zambullía en el ambiente de la competición de antaño.

No voy a defender aquí que aquellas competiciones eran auténticas y que las de ahora han perdido la esencia de lo que nunca debieron dejar de ser. Quien haya corrido en un circuito urbano en moto sabe los riesgos que implica y que por mucho nombre y solera que tenga la prueba en sí, son un peligro la vistamos como la vistamos. Las medidas de seguridad de los trazados eran muy deficientes y si ahora tuvieran la oportunidad de echarle un vistazo a un casco o un mono de la época se echarían las manos a la cabeza. 

La profesionalización del deporte del motor ha traído una infinidad de cosas buenas ya no sólo a los pilotos, también a los usuarios del automóvil de a pie que, en última instancia, reciben toda esa tecnología ya sea enfocada a la seguridad e incluso, en la última década, hacia la eficiencia. Los circuitos no tienen absolutamente nada que ver con los de antes, y aunque esto nos haya arrebatado escenarios míticos y los pocos que quedan han tenido que transformarse hasta ser irreconocibles, merece la pena cuando lo que se busca y se consigue es salvar vidas. 

Hasta aquí todo correcto. Pero en mi opinión, esa profesionalización ha dinamitado y volatilizado una forma de concebir este deporte en la que el piloto era el centro de todo y el talento era un valor por el que los equipos pujaban por encima de cualquier otra consideración. Esa estrella sigue estando ahí y a veces hace posible lo imposible. Pero echen un vistazo a una parrilla de salida de cualquier campeonato de primera línea, de dos o cuatro ruedas, da lo mismo; o revisen las listas de inscritos de certámenes de rallies de escala internacional y verán que no, que ahora tu padrino, tu país de origen y, sobre todo, tu bolsillo, acaban marcando tu destino.

Antes un piloto podía llegar a un mundial con lo puesto y, poco a poco, a puro huevo, ir subiendo peldaños y lograr lo que todos buscaban, que un jefe de equipo o un cazatalentos se fijara en ellos para ofrecerles una oportunidad –ni siquiera un contrato– con un buen coche o una buena moto. ¡Ay los cazatalentos!... Igual que los puestos de trabajo fijos con quince pagas y días de asuntos propios, sé de su existencia porque me lo han contado, pero lo que sí sé es que hoy su lugar lo ocupan los cazabolsillos.

Una vez se traspasa la barrera de lo meramente amateur, este deporte se ha convertido en un inmenso negocio. Y ojo, no critico ni criticaré la labor de preparadores y organizadores que pueden obtener beneficios. Me parece moralmente lícito e incluso necesario. Ni siquiera voy a entrar a hablar de aquellos oportunistas que juegan con la ilusión de hijos y padres con el argumento de que son “un diamante en bruto”. Critico y señalo a los que teniendo un diamante en una mano y una burda piedra brillante en la otra, se decantan por ésta última.

Esa actitud, sin duda un terrible daño colateral de la profesionalización, es la que ha cerrado las puertas de campeonatos de índole continental y mundial de rallies y monoplazas –por citar solo un par de disciplinas– hasta hacerlos totalmente inaccesibles. Por supuesto que influye el coste astronómico de los vehículos, algo que FIA y FIM tratan de acotar cíclicamente con poco éxito, pero alrededor de este deporte se ha creado una maraña de intereses económicos e incluso ‘geopolíticos’ que han hecho posible que pilotos mediocres acaben coexistiendo con la elite sólo por ser un producto vendible, por abrir nuevos mercados o simplemente por su cuenta corriente.

¿Ejemplos? En rallies, F1 y MotoGP los hay que claman al cielo. Hay equipos que alargan la agonía deportiva de un piloto sin importarles lo más mínimo que en ese vergonzante proceso se apaga la estrella de un joven talento que, él sí, ha llegado al umbral de la puerta por méritos propios. ¿Por qué tantos pilotos españoles se han quedado en la misma frontera de la Fórmula Uno? Sencillamente porque su poderío económico, el último arreón final para darle un volante que hace años se vende al mejor postor, estaba cotizando al alza por la competencia de otro joven candidato.

De un tiempo a esta parte hay otra modalidad de sacrificio del talento a favor del dinero y aquí los brazos ejecutores son los organizadores de los campeonatos. Aunque ya empezó antes, la crisis ha agudizado la necesidad por abrir nuevos mercados, y en este deporte ‘la necesidad del producto’, el interés por un certamen, se intensifica facilitando el acceso de actores de ese mercado –es decir, influyendo en la elección de los pilotos– y, por supuesto, organizando allí una carrera sin importar que las gradas o las cunetas estén vacías.

El único reducto en el que el talento sigue siendo la condición sine qua non para poder ganarse un puesto son las marcas oficiales, pero con la crisis ya saben que son pocas las que siguen de espaldas a esta venta al mejor postor. Pasó con Ford y M-Sport, está ocurriendo con Citroën y, en los circuitos, grandes escuderías como McLaren y la mayoría de los equipos satélites de MotoGP acaban subastando algún asiento. Si esto continúa puede que no sólo echemos de menos cosas como el zumbido de un motor ‘dos tiempos’, el olor del aceite, el brutal caminar de un Grupo B o los motores de los no tan viejos F1. Quizá a este paso, algún día en un mundial no tengan por qué estar los mejores pilotos del planeta.

 

Foto: Martí Fotógrafos

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
Artículos relacionados
    No hay artículos relacionados
Etiquetas
No hay etiquetas asociadas
Comentarios

2 Muy bueno el artículo, chaval. Roberto Mira 08:29 11/06/2013

1 Completamente de acuerdo con lo que escribes Róber,cada vez éstoy más convencido de que el mejor piloto del mundo de la modalidad que sea, está en la casa viendo la tele, de pintor de fachadas o de carpintero de aluminio, yo a raíz de este artículo plantearía: ¿Qué se puede hacer para invertir esta situación? Néstor 11:32 07/06/2013

  • 1

Comente:
Por favor, use un lenguaje apropiado. Todos los comentarios serán revisados antes de su publicación, por lo que no aparecen inmediatamente.

Publicaciones y blogs

MotorEnLinea.es emplea cookies propias y de terceros para mejorar su experiencia de navegación en nuestra página web y para realizar mediciones estadísticas. Si está de acuerdo con su uso siga adelante con su visita. En nuestra política de cookies puede obtener más información.
ACEPTAR