Al mismo tiempo que se empieza a forjar una nueva leyenda en el mundo de las dos ruedas, la luz del que para mí ha sido el más grande, se va apagando de forma inexorable. No creo que Márquez haya eclipsado la estrella de Valentino, ya que el de Tavullia sigue siendo el que más fans arrastra con mucha diferencia, pero la pista sigue siendo el más implacable y, en ocasiones, cruel de los jueces, y ahí es donde el veterano está sucumbiendo por momentos y el novato está a lomos de su cohete verdaderamente on fire.
Estoy muy cansado de los individuos que proclaman su amor al mundo del motor cuando en realidad sólo son fans, o sea, fanáticos de un piloto en concreto. Y ya si a eso le añadimos la vena patriótica de por medio, apaga la luz y vámonos. Hay quién no le da ni las buenas horas al vecino y después te mira mal si defiendes a un piloto extranjero que simplemente pueda hacerlo mejor que el de casa. Con esto lo único que quiero decir es que yo puedo admirar más a unos pilotos que a otros, independientemente de su nacionalidad, pero por encima de todo me gustan las carreras de motos, coches o cualquier artefacto que lleve ruedas y motor, y nunca defenderé lo indefendible si no tengo argumentos lógicos para hacerlo.
A Valentino le tengo una admiración y cariño especial por todos los buenos momentos que me ha hecho pasar viendo las carreras. Por su forma de ser, sus celebraciones, sus locuras y, sobre todo, su pilotaje. Es por todo esto por lo que me da pena ver en estas últimas temporadas cómo ha ido decayendo y ni su vuelta a Yamaha parece que vaya a salvar el fin de su ciclo. Ojo, no digo que no tenga mérito estar cerca de los tres auténticos gallos del corral –todos españoles por cierto–, pero no es lo que algunos esperamos de ‘Il Dottore’.
Lo único que ahora le pido cómo gran admirador suyo que soy, es que al menos lo haga con esa dignidad que casi siempre ha mostrado hasta en las derrotas. Haciendo algún podio cuando pueda y, sobre todo, no echando la culpa de sus males a otros pilotos, como por ejemplo ha hecho tras el Gran Premio de Cataluña con ‘Alvarito’ Bautista. Aprovechar el error del talaverano para tapar sus carencias, dejándolo como a un tonto y acusándolo públicamente e instando a Dirección de Carrera a sancionarlo, no es propio de un grandísimo campeón como Valentino.
Espero que sea una salida de tono puntual y que en lo que resta de temporada focalice sus frustraciones en poder mejorar los cronos en pista y mantener un discurso coherente ante los medios, igual que su nuevo amigo Márquez está haciendo tanto dentro como fuera de los circuitos. A ver si va a resultar que el recién llegado le tiene que recordar al puretilla de qué iba este negocio.
Desde luego que no pretendo ser yo quién le diga al gran y admirado Rossi cómo debe hacer las cosas. No llega a tal punto mi pedantería. Pero a casi nadie se le escapa que su etapa como piloto de MotoGP tiene fecha de caducidad a la vista, y un tipo que ha marcado un antes y un después en el apasionante mundo del motociclismo, tiene que cruzar la bandera a cuadros de su última carrera con la cabeza bien alta. O cómo hizo en Donington Park de 2005, tocando el violín sobre la Yamaha M1, dejando para la posteridad una más de sus irrepetibles genialidades.
Por cierto, si no fuese por el pequeño detalle de la marca y colores de sus respectivas motos, cualquiera diría que, de los cuatro tenores de la categoría, los auténticos aliados son Pedrosa y Lorenzo contra Márquez y Rossi... ¡Curioso!
Pero este capítulo mejor lo dejamos para otro día porque mucho me temo que nos van a dar mucho que hablar estos locos maravillosos...
