Doohan, Puig y Kubica

  • "Robert oculta su brazo. Sabe que todo el mundo lo mira"
  • "Para ir al límite primero debe descubrir dónde está el suyo"

Vaya por delante que me quito el sombrero ante él. Que lo que hizo durante la primera etapa del Rally Islas Canarias es algo que contaremos a nuestros hijos, sobrinos y nietos (“en 2013 vino Robert Kubica, un piloto que había ganado un gran premio de Fórmula 1 cinco años antes, y sin conocer de nada los tramos canarios le metió un minuto a los demás. ¡Y lloviendo!”). Que su exhibición sólo está al alcance de un súper clase por mucho que conduzca el hermano pequeño del Citroën DS3 WRC y por mucho que Yves Matton apadrinara su estreno con la marca de los galones. Entre otras razones porque creo que no somos realmente conscientes de la limitación que impone al polaco su maltrecho brazo derecho.

El accidente que sufrió durante el transcurso de la primera etapa del Rally Ronde di Andora en febrero de 2011 fue muy grave. Mucho. Tanto que estuvo muy cerca de perder la mano. Un guardarraíl, el mismo elemento de seguridad que un año después le costó la vida a Gareth Roberts –el copiloto de Craig Breen– en Targa Florio, entró como una cuchilla por el frontal del Skoda Fabia Súper 2000 que pilotaba Robert tocando mano, cadera y fémur. Se lo pueden imaginar.

El deporte del motor está jalonado de historias parecidas. La mayoría de pilotos –que realmente están hechos de otra pasta– son capaces de superar el trago. Algunos salen fortalecidos; otros no llegan a levantar cabeza después de una lesión muy grave.

Quizá el motociclismo nos ha dado los ejemplos más claros. Mick Doohan estuvo a un tris de que le amputaran la pierna derecha después de que sus heridas, producidas al caerse con su Honda NSR 500 durante los entrenamientos del Gran Premio de Holanda de 1992, se complicaran hasta el punto de sufrir una gangrena. Al australiano, que iba barriendo ese año en el mundial, le costó más de una temporada recuperarse lo suficiente como para poder pilotar a un buen nivel –llevar vida relativamente normal fue otro cantar que requirió un buen número de operaciones posteriores–, pero cuando lo hizo fue imparable. Sumó cinco títulos en ‘quinientos’ y marcó una época.

Alberto Puig pasó algo parecido cuando se cayó a cerca de 300 km/h en la rapidísima curva Dunlop de Le Mans en los últimos coletazos de los entrenamientos oficiales del Gran Premio de Francia de 1995. Venía en racha después de ganar en Jerez –su único triunfo mundialista– y lograr dos podios en Mugello y Assen, pero esta caída truncó su carrera deportiva para siempre. Su cuerpo se convirtió en una cuña deslizando a gran velocidad por el asfalto escurriéndose por debajo del air fence –el colchón de aire que cubre zonas comprometidas de los circuitos en las carreras de motos– impactando violentamente su pierna izquierda contra el guardarraíl. Si para algo sirvió su accidente fue para mejorar la colocación de estos dispositivos de seguridad que ahora han de enterrarse y fijarse al suelo.

El catalán pasó un autentico viacrucis a partir de ese octavo día del mes de julio. El parte médico no dejó lugar a dudas. Se había reventado la pierna e, igual que Doohan, hubo un momento en el que los galenos llegaron a plantearse amputar ante el riesgo de infecciones que pusieran en peligro su vida. Once meses después su pundonor lo llevó a conseguir un podio en otro circuito francés, el de Paul Ricard, pero lo cierto es que Alberto ya no fue el mismo. Las secuelas del accidente y de las –dicen– veinte operaciones a las que se tuvo que someter aún son hoy patentes en la cojera que padece. Se retiró en 1997.

Por supuesto que hay más ejemplos, pero por la cercanía que tengo con el motociclismo y por ese fantasma de la pérdida de un miembro me acordé de Doohan y Puig al ver a Kubica en la rueda de prensa previa al Rally Islas Canarias ‘El Corte Inglés’.

Robert oculta su brazo. Sabe que todo el mundo lo mira y no se siente cómodo. Desgraciadamente los seres humanos somos así. Nos va el morbo y sólo hay que echar un vistazo a la sección de ‘lo más leído’ de todos los diarios digitales para comprobarlo. Doohan tuvo que recurrir a un freno manual dada la escasa movilidad de su pie derecho y Kubica ha necesitado que la FIA cree una excepción a la norma permitiendo que su coche monte una palanca selectora especial. Pero aquí la balanza se decanta del lado del polaco. Entre una pierna derecha lesionada –la del freno– en motos y un brazo derecho lesionado en rallies, no duden que es el brazo el que gana la batalla al mérito. Y aquí es donde surge mi admiración hacia Robert y mis dudas.

Admiración cuando le dio un baño a todos sus rivales en lluvia y en seco durante la etapa del viernes. Las dudas al ver la escasísima movilidad del miembro y el mismo final que con el Subaru Impreza WRC (Rally San Martino de Castrozza) y el Citroën C4 WRC (Rally du Var) la pasada temporada. ¿Tendrá relación? ¿Está físicamente Kubica capacitado para resistir kilómetros y kilómetros en ‘modo ataque’? Ver una cámara on board de alguno de estos tres accidentes ayudaría a sacar una conclusión.

En mi opinión sí lo está, pero necesita urgentemente comprender que para ir al límite primero debe descubrir dónde está el suyo. Por lo menos en rallies.  

 

 

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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