Hace dos semanas vivimos, unos más que otros, una jornada triste en el mundo de los rallies en Canarias. Mientras el equipo formado por Vicente Bolaños y Magnolia Herrera estaban luchando por la victoria, en una preciosa contienda deportiva, sufrieron una fuerte salida de pista con las consecuencias que ya todos conocemos.
Dio la casualidad de que estaba fuera de Gran Canaria y cuál fue mi sorpresa cuando, en el vuelo de vuelta, me puse a leer el que, para mí, es el mejor diario de Canarias y vi con asombro el artículo firmado por Juan González en el que la noticia deportiva del rally era que había habido un accidente. Yo no me atrevo a establecer un criterio de lo que está bien o lo que está mal desde un punto de vista periodístico. Dios me libre de valorar la profesionalidad de unos periodistas. Ahora bien, como lector habitual de periódicos, me pareció basura.
Al día siguiente mi compañero de blog y periodista multidisciplinar Rafa León publicaba un video en la página web de la Federación Insular de Automovilismo de La Palma (¡!) en el que lo único que se veía y oía eran unos desagradabilísimos gritos de terror momentos después del triste incidente. Desconozco si ese video tiene mucho valor informativo, yo como outsider periodístico no me atrevo a cuestionar el valor de tremendo documento, pero como aficionado de a pie sí. Y me parece basura.
Tiene gracia que desde los medios de comunicación nos digan que hay que tratar los rallies de la misma manera que otros deportes como el fútbol argumentando que, si queremos tener la misma difusión, tendremos que hacer frente a las consecuencias. Tiene gracia, porque habría que preguntarse cuál es el motivo por el que los periodistas jamás hacen juicios de valor sobre pilotos, copilotos y demás integrantes de este universo que son los rallies.
Tiene gracia porque los periodistas a los que me refiero, en muchos casos, son conocidos por sus actitudes beligerantes en deportes como el fútbol con deportistas, entrenadores, presidentes, etc. Y sin embargo, jamás les hemos leído, al menos yo, una crítica a un jefe de equipo de rallies que no sabe planificar una temporada, a un piloto que no sabe trazar, a un copiloto que no sabe leer o a un mecánico que no sabe poner una tuerca. Y quizá hay que buscar la explicación, no en que estos periodistas sean unos cobardes –porque no lo son y lo demuestran todos los fines de semana aguantando críticas feroces de las aficiones que se sienten afectadas por sus comentarios en los estadios de fútbol–, sino porque el deporte del que estamos hablando tiene sus particularidades y como tal deberíamos tratarlo.
Todos los que corremos sabemos que hay accidentes, que nos jugamos mucho, que tenemos la responsabilidad de poder llegar a hacerle daño a nuestro compañero de coche o incluso a espectadores como fue el caso. Todos los que vivimos este deporte de verdad y con cariño sabemos que existen los accidentes. Bien distinto es el hecho de que todos nosotros, los que amamos esta modalidad, admiramos al que es capaz de ganar un rally, sea quien sea, porque sabemos todo el trabajo y el esfuerzo que hay puesto detrás de ese triunfo. Por ese motivo, nos parece impensable que el titular de la crónica del rally no tenga que ver con el equipo que ha logrado imponerse en los tramos cronometrados.
Para terminar, una última reflexión. ¿No les parece curioso que nos digan como excusa, para justificar visitas a una página web o lectores en un periódico, que lo que se está haciendo es tratar este deporte de la misma manera que se hace en otros? Creo sinceramente que es un argumento peregrino y sólo válido, quizá, para aquellos que realmente no han hecho jamás una reflexión intensa, sosegada y ausente de criterios comerciales, en la medida que un deporte tan particular como el de los rallies merece. Las explicaciones a tal misterio pueden ser múltiples y variadas pero yo me inclino por pensar que quizá es debido a que las crónicas del deporte rey les dejan sin tiempo para hacer esa reflexión.
Sin acritud.
