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Hipsters, esta es vuestra moto

  • El minimalismo de la sección posterior es común en las Bobber
  • Triumph ha conseguido hacer de ella la perfecta ‘clásica moderna'

En los últimos años, Triumph ha abierto el campo de sus ‘Modern Classics’ y a modelos intocables como las Bonneville, Thruxton y Scrambler ha añadido las nuevas Street Twin, Street Cup y la Bonneville Bobber. Son tres motos que le van como anillo al dedo a un sector, el de las dos ruedas, que ha recuperado su gancho entre las tribus urbanas. Como antaño sucedió a mediados del siglo pasado con los mods (Vespa o Lambretta) o los rockers (café racers).

Las motos con un aire clásico son la debilidad de los hípsters y es en este escenario de resurgimiento de lo retro donde encaja toda esta ofensiva de modelos en la que la Bonneville Bobber brilla con luz propia. Con ella, la marca de Hinckley normaliza las innumerables personalizaciones de ese estilo que se llevan haciendo de su modelo de más largo recorrido desde los años cuarenta del siglo pasado. 

Ésta en concreto desnuda casi por completo la Bonneville T120 y la viste con una serie de componentes tan minimalistas como sofisticados. Los más destacados son el depósito, la estructura basculante trasera que oculta el amortiguador, el faro o el asiento flotante con un denso acolchado y decorado con unos bonitos pespuntes. 

El monoamortiguador no es el único elemento que se oculta para reforzar ese aspecto ‘retro’. Los inyectores adquieren el aspecto de carburadores, el eje posterior se asemeja a un freno de tambor y la batería se acomoda en una caja con cinta de acero inoxidable. Las tapas de motor cepilladas o los retrovisores situados en los extremos del manillar plano dan la pincelada definitiva a este bellísimo modelo.

Triumph se esfuerza en dar esa pátina clásica a la Bobber y, a la vez, dotarla de tecnología cien por cien actual y que comparte con el resto de la familia Bonneville. Es el caso del acelerador electrónico, el control de tracción con dos modos de conducción (Road y Rain), el módulo ABS, el inmovilizador, la ECU o el catalizador oculto en el sistema de escape. Incluso su asiento esconde un sistema para adaptar su posición a la talla, preferencias o estilo de conducción de quien lleve sus riendas.

El cuadro de instrumentos también permite ajustes y, como las roadsters y deportivas más salvajes de Triumph, concentra una gran cantidad de información: marcha engranada, nivel de combustible, autonomía, consumo medio e instantáneo, los ajustes del control de tracción. Y aún puede haber más si se echa mano del catálogo de accesorios: control de velocidad de crucero, puños calefactados, suspensión trasera ajustable Fox, escapes Vance & Hines con extremos en aluminio mecanizado y un interminable etcétera.

Si lo que se quiere afinar es el estilo de esta Bonneville Bobber, entonces hay que abrir otro capítulo de este catálogo y bucear por los más de 150 accesorios disponibles.

La escuela Bobber

Al margen de su historia ya centenaria, Triumph sabe bien cómo darle esa pátina clásica a sus modelos más modernos cuando quiere. Éste en concreto bebe de las fuentes de la escuela Bobber, un tipo de chopper (en realidad son sus predecesoras) que se diferencian por una sección posterior muy minimalista, asiento monoplaza en posición rebajada, un manillar plano y un aspecto de moto muy rígida. Lógico que se mueva con maestría en esta tendencia, ya que cuando surgió allá por la década de los años cuarenta del pasado siglo, las Harley-Davidson, Indian y Triumph eran, la mayoría de las veces, la materia prima.

Cierto es que no fue en Gran Bretaña donde surgió este estilo, sino en Estados Unidos. Se cree que lo crearon los soldados de la Segunda Guerra Mundial que volvieron del frente y tenían en común el ser motos bajas, neumáticos anchos y, por regla general, con un tamaño idéntico, llantas de radios, y por tener una amplia distancia entre ejes. 

 

 

 

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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