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Colores de leyenda para Lorenzo y Spies

  • Phil Read dio el primer título a la marca de Iwata en 1964
  • Roberts revolucionó el motociclismo con su estilo de 'dirt track'
  • Valentino Rossi rompió una era de sequía de que duró once años

La marca ya celebró en 2005 su primer medio siglo de vida como fabricante de motocicletas. Después de más de sesenta años fabricando instrumentos y piezas de madera y aprovechando la experiencia y la maquinaria adquirida durante la Segunda Guerra Mundial, el 1 de julio de 1955 salía de su planta de montaje la YA1, una moto inspirada en la alemana DKW. Sólo dos semanas después, en la Ascensión al Monte Fuji, ese mismo modelo lograba su primera victoria. Yamaha y la alta competición siempre han ido de la mano, aunque ha sido su trayectoria dentro del Mundial de Motociclismo -lo que desde 2002 se conoce por Mundial de MotoGP- lo que elevó a los altares a algunos de sus prototipos y a un selecto club de pilotos que hoy repasamos.

Tras ese prólogo casi anecdótico, la primera página de Yamaha en los GG.PP. se escribió en el circuito Clermont Ferrand, en Francia, el 21 de mayo de 1961. Aquella temporada fue la del desembarco masivo de las marcas japonesas que habían seguido los pasos de Honda, el pionero, que desde 1959 estaba desarrollando sus prototipos y que esa misma campaña ganaría sus primeros campeonatos con Mike Hailwood.

A Yamaha sólo le costó un par de años ganar su primer gran premio, el de Bélgica en 1963, con Fumio Ito a lomos de la RD56, el mismo que semanas atrás –en la Isla de Man- se había convertido en el primer piloto japonés en lograr un podio. La marca de Iwata se había tomado un respiro de un año para poner en práctica todo lo aprendido en la temporada de su debut mundialista y corrió sólo cuatro carreras, pero las aprovechó al máximo, cosechando sus primeros éxitos en la categoría de 250 cc con una ‘dos tiempos’.

El primer título

La RD56 aún daría mayores alegrías a la marca. En 1964 el británico Phil Read logró el primer título a Yamaha en esta categoría y después de lograr cinco triunfos. La alegría era total en Japón, ya que encima se impusieron a la Honda de Jim Redman y habían ganado a su archi rival en el apartado de constructores. Read volvió a llevarse el campeonato un año después con su compañero Mike Duff tras él en la clasificación del ‘dos y medio’, resultados que daban otro campeonato de marcas a Yamaha. Además, ese año el inglés pudo regalarles el primer triunfo en la Isla de Man, aunque en la categoría de 125  cc.

1966 fue un año en blanco, aunque tanto Phil Read –en 250 cc- como Bill Ivy –en 125 cc- lograron varias victorias y lograron el subcampeonato en sus respectivas categorías. Además esa temporada la fábrica japonesa abrió un nuevo frente en 350 cc con la RD05A, moto que a manos del piloto número uno del equipo consiguió un triunfo esa misma campaña. Mientras Hailwood y la Honda seguían intratables en 250 cc, Yamaha aprovechó para lograr con Ivy el campeonato de pilotos de 125 cc y el de marcas, gracias a la aportación del

A finales de los sesenta el Mundial de Motociclismo quedó atrapado en una espiral de innovación tecnológica que elevó los costes de desarrollo y fabricación de los prototipos. Una circunstancia cíclica en todas las competiciones de motor y que llevó a la FIM a imponer limitaciones técnicas muy severas. Yamaha decidió entonces, a finales de 1968, que había llegado el momento de recoger después de ganar todas las carreras de 250 cc y de hacer del dúo Read-Ivy, campeón y subcampeón de las dos categorías en las que seguían compitiendo.

El finlandés volador

No fue un adiós, sólo un hasta luego para preparar lejos de los flashes el ataque a una categoría que se les seguía negando, el de ‘quinientos’ coronada ya como la reina del mundial. Yamaha seguía como fabricante surtiendo de máquinas ‘carreras cliente’ a los equipos y a pesar de no hacerlo con motos oficiales, desde 1970 y hasta 1972, su dominio en la categoría intermedia fue total y absoluta. Rodney Gould (1970), Phil Read (1971) y Jarno Saarinen (1972) fueron los campeones con las motos de Iwata. Y mientras la marca seguía ampliando su palmarés, su departamento de carreras daba luz verde a su regreso oficial.

Yamaha escogió al finlandés Saarinen para el inicio de esta emocionante etapa en 500 cc, categoría en la que la MV Agusta 4T era la dominadora absoluta desde principios de la década. El debut de la primera YZR500 fue glorioso. Jarno logró la victoria en su debut, en el Gran Premio de Francia celebrado en el Paul Ricard y pasando por meta a 16 segundos de su más cercano peseguidor, la MV Agusta de un viejo conocido, Phil Read. Saarinen volvió a ganar en Austria con su compañero Hideo Kanaya a cola, aunque tuvo que abandonar en Alemania por culpa de una cadena rota. Pero al ‘finlandés volador’ le esperaba un trágico destino. En el Gran Premio de Italia, cuarta cita del campeonato celebrada en Monza, sufrió una terrible caída que sesgó su vida y la del italiano Renzo Pasolini. Tras su muerte, Yamaha canceló su programa oficial en este campeonato.

La era dorada de Yamaha arrancaría a partir de 1974, cuando el ya entonces multicampeón Giacomo Agostini firmó con la marca japonesa para pilotar la YZR500 (0W20 y 0W23). Pronto llegaron los éxitos en forma del título de marcas y victorias en Australia, Holanda en manos del italiano y, en Suecia, con otro rapidísimo piloto finlandés, Teuvo Lasivuori. Pero tenía que ser Agostini quien le diera a Yamaha su primer título mundial de los 500 cc en 1975 de pilotos y el segundo consecutivo como fabricante, un éxito que se unió al título del venezolano Johnny Cecotto en 350 cc.

Llegan los marcianos

Pero la felicidad duró poco. La crisis económica de mediados de los setenta llevó al repentino cierre del programa mundialista. Afortunadamente el paréntesis duró sólo un año y en 1977 salió a pista la YZR500 (0W35) con Steve Baker, Johnny Cecotto y Giacomo Agostini. Pero sería el ‘marciano’ Kenny Roberts el que revolucionaría la historia de Yamaha en el mundial. En su primer año en el campeonato arrasó con su estilo heredado de las carreras de ‘dirt track’ americanas. Él fue quien introdujo el arte de derrapar en el mundial, quien se descolgó por primera vez a lomos de una moto de gran premio y el primero en arrastrar la rodilla por el suelo. Roberts, además, fue el primero en darle a Yamaha tres títulos de pilotos consecutivos desde 1978 y hasta 1980.

Su figura fue tan grande que tras su etapa de esplendor –y también de la YZR500- llegó un vacío que tardó en llenarse cuatro años. Roberts abrió la puerta a una generación de pilotos norteamericanos que todavía hoy son objeto de culto. Eddie Lawson, con su estilo pulcro y depurado, le siguió en 1984, momento en que coincidieron en pista nombres como Freddy Spencer, Randy Mamola, Wayne Gardner o el francés Christian Sarron. Lawson aún repetiría los años 1986 y 1988, temporada tras la cual se pasó a Honda para domar la incontrolable NSR500 y hacerla campeona en 1989. Pero Yamaha ya había encontrado recambio: Wayne Rainey, pupilo de Kenny Roberts en su equipo, llegó en 1988 para coger el tono de la categoría reina y, en 1990, sólo dos temporadas después alcanzó el campeonato con la YZR500. Ese mismo año el también estadounidense Johan Kocinski daba otro título a la marca en 250 cc después de un final de temporada de infarto con el español Carlos Cardús.

Con él llegó la segunda hornada de pilotos norteamericanos y australianos que dominaron durante buena parte de los noventa el Mundial de Motociclismo y, concretamente, la categoría de ‘quinientos’. En ese momento las YZR, NSR y RGV eran bestias ingobernables que solían cobrar caro cada arrastrón por el asfalto. Pero la plasticidad de sus derrapadas se recuerdan con añoranza aquella brillante etapa del mundial. Nombres como Lawson, Gardner o Mamola coincidieron con los Schwantz, Kocinski o Doohan, pero desde 1990 y hasta 1992 el campeón no fue otro que Wayne Rainey, ayudado eso sí por la grave lesión que Doohan se produjo en una caída en los entrenamientos del Gran Premio de Holanda y que lo dejó KO buena parte de la temporada.

En 1993 el californiano volvía a luchar por el título con su rival y cada vez más amigo Kevin Schwantz, pero en Misano, tras lograr su cuarta victoria del año, cayó cuando lideraba la carrera dañándose la médula y quedando paralítico. A pesar de ello, fue subcampeón ese año.

Travesía por el desierto

Otros pilotos lo intentaron. Luca Cadalora, Norick Abe, Daryl Beattie, Simon Crafar, Regis Laconi… Pero nadie logró acercarse a la alargada sombra de los apellidos Roberts, Lawson o Rainey. Yamaha intentó dar un cambio de rumbo a su trayectoria errática en 500 cc cuando en 1999 fichó a los prometedores Max Biaggi (cuatro veces campeón del mundo en 250 cc y subcampeón de 500 cc en el año de su debut con victoria en Suzuka incluida) y Carlos Checa. Las victorias llegaban, pero a cuentagotas, mientras los títulos –por lo menos de pilotos- se los repartían otras marcas. Antes de la extinción de las ‘quinientos’, Yamaha aún lograría el campeonato de marcas en 2000 y un año después, Biaggi logró el subcampeonato tras lograr tres victorias.

En Iwata pusieron todas sus esperanzas en la nueva categoría de MotoGP, el regreso de los ‘cuatro tiempos’. La YZR M1 fue una de las primeras en completar sus primeros kilómetros, pero en el año del estreno de las ‘mil’ la RC211V de Honda fue un rodillo en manos de Valentino Rossi. Con la deserción de Biaggi, Yamaha tuvo su particular travesía por el desierto la campaña 2003. Honda lo habría ganado todo si no llega a ser por la victoria de Loris Capirossi en Montmeló con la Ducati Desmosedici y el mejor resultado de una M1 fue el podio logrado por Alex Barros en Francia. El bagaje era tan pobre, que se necesitaba un revulsivo. Y llegó. Vaya si llegó…

Valentino Rossi y todo el equipo técnico que había conocido las entrañas de la RC211V de Honda desembarcó en 2004 e hizo de la M1 una moto ganadora. Su victoria en Sudáfrica, la primera carrera de la temporada, frente a su archi rival Biaggi forma parte de los anales de la historia de este deporte. A partir de aquí, ya se sabe. Los títulos de 2004, 2005, 2006, 2008 y 2009 –estos dos últimos sobre la M1 de 800 cc- y, el pasado año, la temporada de su adiós ante la irrupción de Jorge Lorenzo, el segundo campeón del mundo español de la categoría reina.

Colores especiales

No hace mucho, apenas seis años, la marca de Iwata ya celebró sus 50 años de historia como fabricante. En aquella temporada 2005 el equipo oficial, con Valentino Rossi y Colin Edwards, las M1 ya lucieron una decoración especial tanto en Laguna Seca como en el Circuito Ricardo Tormo de la Comunitat Valenciana. Para Cheste se escogieron los colores rojo, blanco y negro que siempre han identificado a Yamaha en las carreras y los dos pilotos oficiales cerraron la temporada del aniversario con esa rotulación especial. Por si fuera poco, lo hicieron a lo grande, ya que la marca de los diapasones logró el título ese año en manos del italiano.

En Laguna Seca, en cambio, Rossi, Edwards y sus M1 se vistieron de los colores amarillo, blanco y negro a modo de homenaje a la contribución de los pilotos americanos al palmarés de la marca en el mundial. Nombre míticos como Kenny Roberts (1978, 1979 y 1980), Eddie Lawson (1984, 1986 y 1988) o Wayne Rayney (1990, 1991 y 1992) dieron a Yamaha nueve títulos –tres cada uno- durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa del siglo pasado y por ello en ese Gran Premio de Estados Unidos de 2005, las M1 se vistieron con los colores de guerra que identificaron a las motos de Yamaha USA desde finales de los sesenta y que quedaron grabados en la memoria colectiva con Roberts, el primero de una irrepetible generación de pilotos norteamericanos.

Este año se repite la historia. Un piloto europeo y uno estadounidense –tejano como Edwards-, Jorge Lorenzo y Ben Spies conducen las M1 de 800 cc la temporada en que el fabricante japonés cumple 50 años en el mundial. Unas bodas de oro que, de nuevo, se celebran con la customización de las Yamaha oficiales en dos carreras puntuales: el mítico Assen –‘la catedral’- y, de nuevo Laguna Seca. Según informa la marca, el hecho de que se haya escogido los colores blanco, rojo y negro es un homenaje a dos pilotos cuya contribución al legado de la marca fue importantísimo: Phil Read y Giacomo Agostini. El inglés, con siete campeonatos, cinco de ellos con Yamaha; el italiano, con quince títulos mundiales, dos de ellos con las motos japonesas.

Jorge Lorenzo, el último en darle un mundial a Yamaha y actual número uno de la categoría reina de MotoGP, está entusiasmado ante la idea de empaparse de la historia de la marca con la que ha alcanzado su techo como piloto. “Me encantan estos colores, que realmente tienen un significado histórico. Pilotos como Read y Agostini corrieron con colores similares cuando ganaron, así que tener la oportunidad de usarlos en la YZR-M1 es realmente bonito. Es un año muy especial para Yamaha y esperamos que estos colores nos den suerte en estas dos carreras”, ha declarado el mallorquín a la web oficial del campeonato, Motogp.com.

El terremoto y posterior tsunami que sacudió Japón el pasado 11 de marzo ha deslucido este aniversario, ya que estaba previsto que en la cita de Motegi que debió disputarse semanas atrás, se celebrara una carrera de exhibición con algunas de las motos que son icono de Yamaha. Se esperaba ver en marcha de nuevo a la YZR-500 (OW20) de 1974, primera moto de fábrica de Yamaha en 500 cc, y la YZR-500 (OW35K) de 1978, que dio tres campeonatos a Kenny Roberts. En principio, este evento también podría estar programado para el Gran Premio de Holanda que se celebrará los días 23, 25 y 25 de junio.

Para los incondicionales de la marca, los amantes del deporte de la moto o, simplemente, para los curiosos, Yamaha ha puesto en marcha una web muy recomendable que repasa esta historia de medio siglo de carreras.

 

Fotos: Yamaha Racing

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