COCHES
Prueba

Volkswagen XL1: una visión muy real

  • Cuando Volkswagen lo creó se interpretó como una visión de futuro
  • El ahorro de peso implica numerosos sacrificios en materia de confort
  • El puesto de conducción pasa pasa por el de un 'híper deportivo'

Hay sólo 200 unidades de este coche en el mundo y uno ha pasado por nuestras manos. El Volkswagen XL1 es, de entrada, el coche de serie que menos consume del mundo y lo es gracias a un peso pluma, a su sistema híbrido enchufable y a una aerodinámica más propia de un Fórmula Uno que de un vehículo hecho para lidiar con semáforos, límites de velocidad y la rutina del tráfico.

Cuando Volkswagen lo creó se interpretó como una visión de futuro. Como un prototipo con el que probar el más difícil todavía. ¿Podía uno de los principales fabricantes del mundo crear un vehículo capaz de consumir menos de un litro cada 100 km? La marca de Wolfsburgo pudo y en vez de convertir el XL1 en una pieza de museo, decidió fabricarlo en una pequeña serie de doscientas unidades. El importador de la marca para Canarias se ha agenciado una de ellas y la estrenó en el primer EcoRally Islas Canarias.

Lo primero que hay que decir del XL1 es que, a pesar de su tamaño, no hay coche que le haga sombra cuando está en la carretera. Fotos desde el carril vecino, preguntas de curiosos, caras de incredulidad cuando los adelantas... Gajes de conducir un coche que no tiene nada de convencional.

Empezando por sus propias entrañas. La ligereza es una de las patas (si no la principal) sobre las que se sostiene el concepto del XL1. Sus 795 kg son fruto de un tamaño ultra compacto (3,8 metros de largo por 1,1 de alto), de una estructura monocasco fabricada en gran medida con plástico reforzado con fibra de carbono, una configuración biplaza y la eliminación de todo lo superfluo.

Volkswagen tiene identificado lo que pesa cada componente. La unidad de propulsión (batería incluida), 227 kg; chasis, 153 kg; electrónica, 105 kg; equipamiento 80 kg y, el resto, 230 kg. Hablar de lo que se pierde en ese camino sobra. El XL1 es un coche hecho para deslizarse sobre el asfalto con una eficiencia increíble y que sea difícil ‘encajar’ un copiloto de metro y noventa sin perder de vista el ‘retrovisor’ derecho, que en el maletero haya sitio para un par de bolsos y poco más y que haya que investigar dónde dejar cartera, llaves y teléfono móvil es –repetimos– lo de menos.

Lo importante

Obviamente, entre lo sobrante no está ese grupo propulsor que abarca el motor eléctrico de 27 CV y la mecánica térmica, una TDI diesel ‘common rail’ de 800 cc bicilíndrica de 48 CV. Juntos, damos fe, son capaces de llevar hasta los 160 km/h el XL1 incluso con dos ocupantes a bordo. El eléctrico siempre tiene la voz cantante cuando se empieza a rodar mientras se disponga de suficiente carga en las baterías de iones litio y cuando entra en escena el TDI lo hace sin tirones, pero con ese característico sonido de un bicilíndrico. A baja velocidad puede llegar a ser molesto, pero cuando se va lanzado pasa mucho más desapercibido. El comportamiento de la caja de cambios de doble embrague DSG de siete velocidades es, una vez más, intachable. 

En modo eléctrico puede recorrer hasta 50 kilómetros a medida que consume la carga de las baterías. Estas se pueden recargar bien a través de la red eléctrica, o en cierta medida, en marcha mediante la frenada regenerativa. Como en otros coches de este corte, al pisar el freno actúa ese sistema de recuperación y se percibe al oído y también en una segunda fase al frenar con más energía el vehículo. En esta, el motor eléctrico actúa como generador que, a su vez, alimenta las baterías.

En la ruta que hicimos con él combinamos un poco de todo. Hubo ciudad, hubo autovía y también carreteras viradas en las que poner a prueba los principales componentes de este coche. Pero sobre todo, para someter a examen esa eficiencia que es la verdadera razón de ser del XL1. Después de todo este viaje en escenarios y condiciones que poco tienen que ver con las que se dan cuando las marcas homologan los datos de consumo, el ordenador de a bordo marcó 1,9 litros cada 100 km.

Eso, sometiendo a estrés el motor, los frenos y el chasis y sin poder hacer caso al ‘Entrenador Think Blue’ que adiestra al conductor en el arte de la conducción eficiente. Hacemos esta puntualización porque en conducción urbana o llaneando en una vía rápida a una velocidad moderada, era alucinante ver cómo automáticamente caía en picado el dato de consumo medio.

La otra cara del XL1

El toque deportivo, que lo tiene, le viene no sólo de esa línea esculpida por el viento como un cincel. El XL1 corta el aire como un bisturí con una altura mínima y unas líneas muy llamativas en frontal y lateral, aunque a medida que se acerca a la zaga la propia aerodinámica (Cw 0,189) condena la belleza en pos de la eficiencia. Lo más espectacular son las puertas de ala de gaviota, una solución exclusiva de modelos muy fuera de serie. 

Mención especial en este punto por las implicaciones que trae consigo en materia de ergonomía merece la supresión de los retrovisores. En su lugar se sitúan unas pequeñas cámaras (e-Mirror) que captan la imagen con un campo de visión muy similar al de un espejo convencional intentando suprimir además el peligroso punto ciego. Más aún en un coche sin luneta trasera, sin ventanas posteriores y con unas laterales con una visión muy limitada. Acostumbrarte a las pequeñas pantallas situadas en los paneles de las puertas es cuestión de pocos minutos. De hecho, consideramos que es una solución con bastante futuro.

Si antes hablábamos de esa eliminación de lo superfluo, muchos de esos sacrificios tienen como beneficioso efecto secundario elevar los índices de deportividad al volante. El puesto de conducción pasa perfectamente por el de un híper deportivo. Los baquets, el pequeño volante con base plana, el salpicadero diminuto, la posición a ras de suelo... Todo nos transporta a ese universo en el que el confort vuelve a ser lo de menos.

Al ser tan ligero, el XL1 se permite el lujo de prescindir de la servodirección. No supone un problema, de hecho le da un punto divertidísimo en conducción en carretera. Con esa posición de conducción y con esa conexión ruedas-volante sin intermediarios da la impresión de estar verdaderamente a los manos de un kart. Aunque las ruedas son muy estrechas y su dibujo está diseñado para presentar una baja resistencia a la rodadura, el hecho de estar pegado a la carretera y su bajísimo centro de gravedad crean esa sensación tan agradable para quienes les gusta los coches de clara derivación deportiva. 

Autor
Róber Martí
Periodista. Ha sido redactor del periódico Superdeporte así como en otros medios de especializados como Motor 2000 o Canarias Racing. Ha colaborado en Radio Marca, COPE y actualmente codirige el programa Motor en la Onda de Onda Cero Canarias.
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