Nos hemos puesto a los mandos del nuevo Skoda Yeti, el todocamino de la marca checa que dentro de ese inmenso mar que es el segmento SUV prefiere jugar con la ambigüedad para ser del agrado de un perfil de cliente más amplio. Los hay que tiran por el lado más monovolumen, pero en el caso del Yeti no pierde sus orígenes de turismo, una característica bastante más marcada en esta segunda generación.
Quizá el mayor atractivo a la vista del primer Yeti estaba en su aire fresco, distinto a lo que había con sus faros antiniebla saltones. Skoda lo ha convertido en un coche mucho más serio a la vista, más alemán, más del grupo. Las formas redondas han desaparecido para dejar lugar a una mayor horizontalidad en la que lo rectangular marca el ritmo estético del nuevo modelo. Pero si lo han hecho así será porque entienden que así será capaz de conquistar a muchos más conductores y precisamente por ello, para colmar las expectativas de un abanico de cliente más heterogéneo, su oferta se bifurca en la versión City y la Outdoor, la más off-road y a la que nos hemos subido.
Ese aire más formal ha traído consigo un mejor acabado propio de todos los nuevos Skoda. La mayor precisión de líneas y bordes, los grupos ópticos, la parrilla y el propio logotipo ratifican esa impresión que, más que eso, una impresión, es una certeza. Pero dentro de esa formalidad, siempre hay un conductor a quien de vez en cuando le gusta dejar las zapatillas deportivas en el maletero por si acaso termina pronto en la oficina y puede darles uso preferiblemente a cielo abierto. Para ellos y ellas está pensado este Yeti Outdoor.
Se reconoce por sus paragolpes específicos en cuya base se encastra una superficie acabada en color metálico satinado a modo de protector de bajos y que puede ir a juego con las carcasas de los retrovisores. También hay una moldura negra que reviste los bajos del coche a excepción de los pasos de rueda. En la parte trasera las diferencias de este modelo son mucho más leves, centrándose en buena medida en ese paragolpes cuya moldura protectora y la superficie metálica son mucho más amplios.
Pinturas de guerra que sin la tracción total 4x4 por embrague Háldex son sólo una declaración de intenciones y un reflejo del espíritu de quien está al volante. El Yeti no es el más todocamino de los SUV y aunque esto puede conllevar algún que otro hándicap para quien realmente busque un coche compacto con aptitudes off-road, para el resto trae de la mano algunas ventajas.
Para empezar, es un coche al que es facilísimo adaptarse. No es un coche alto (1,69 metros), pero el asiento sí está más elevado que en un turismo convencional sin hacer la posición de conducción muy distinta. A efectos dinámicos, al volante, gusta mucho por lo ágil que es y porque a diferencia de otros SUV más altos y voluminosos no se tiene la sensación de perder el morro con facilidad. Incluso gracias a la forma de su carrocería es uno de esos coches de los que tienes una clara percepción de su volumen a la hora de maniobrar o aparcar. Eso en ciudad y en carretera, porque en pistas de tierra el Yeti también puede ser un buen socio a la hora de empezar a alejarse del aburrido asfalto. Dirección y amortiguación –en esta versión el tren trasero montaba una especial para terrenos agrestes– ayudan a hacerlo todo muy sencillo.
Del motor, el 1.2 TSI de 105 CV hay que decir que quizá no es el ideal para que resalten esas posibilidades todocamino del Yeti. Insistimos en que esta versión no disponía de tracción total, pero por las características de este propulsor –que obliga a mantener vivas las revoluciones si queremos par y potencia– se hace difícil moverse con soltura en pistas con desniveles y terreno suelto. Si lo que se busca es un coche solvente en este medio, lo mejor es un TDI con buenos bajos para salir de cualquier apuro.
En carretera de montaña, mientras se cumpla la máxima de mantenerlo vivo, el 1.2 TSI cumple. Llaneando es perfecto para este coche, especialmente si lo que se valora es la eficiencia y un buen equilibrio en prestaciones. La velocidad de crucero no es un problema al presumir de una punta de 175 km/h y su consumo medio se sitúa en 6,1 litros a los 100 km, lo que en emisiones de CO2 supone 142 gramos por kilómetro.
Habitáculo inteligente
Del interior hay mucho que decir y todo bueno. Los acabados y la durabilidad germana que hace años se instaló en Skoda son una garantía. Conquistado este terreno, la marca checa ha querido convertirse dentro del grupo en la más inteligente a la hora de proponer soluciones muy útiles para el día a día. Especialmente para conductores con un estilo de vida activo o con niños.
Nos parece muy práctico en un coche de estas características el suelo de doble cara del maletero, la luz portátil tipo LED, el compartimento para el chaleco bajo el asiento del conductor y, para familias, las papeleras integradas en las puertas o las mesas plegables en el reposabrazos central trasero que llevaba la unidad probada.
Los asientos VarioFlex permiten al Yeti presumir de una gran versatilidad interior, ya que gracias a él los tres asientos posteriores se pueden abatir o extraer de forma individual. Por si fuera poco, los exteriores se pueden desplazas hacia los lados, hacia delante o hacia atrás. El maletero puede variar su capacidad desde los 405 litros iniciales hasta los 1.760 eliminando los asientos traseros.