Un rally de los que no se olvidan

Para mí el viaje empezó algo más temprano de lo habitual. El jueves partía con Juan Carlos Quintana a Galicia para el Rally Terra da Auga del CERT. El plan era bajar en coche hasta Madrid al finalizar la prueba por la noche para salir hacia Atenas por la mañana. La idea parecía buena, pero dudo que vuelva a hacer algo así porque no es lo más seguro y recomendable, más aún con el cansancio post-rally.

Tras tres horas de vuelo llegamos a Atenas y ponemos rumbo a la base del rally, una ciudad de unos 70.000 habitantes llamada Lamía, en el corazón de la Grecia central, a 250 kilómetros de la capital. Durante el camino rápidamente vi algunas cosas normales en este país del Mediterráneo. No son los mejores conductores de Europa, entre otras cosas adelantan en líneas continuas, circulan sobre los arcenes para dejarte paso, los motoristas van sin casco y, alguno, hablando por el móvil. En las rotondas la preferencia es diferente a la que hay en España, por lo que hay que estar con todos los sentidos alerta para no liarla. Se saltan peajes, algunos coches van sin matrícula y, lo que nos llamó más la atención, hay una especie de pequeños santuarios en los laterales de la carretera. Cada veinte o treinta metros, estos ‘altares’ recuerdan los lugares en los que ha habido accidentes (mortales o no), lo que da una idea del peligro de circular por estas carreteras. También era algo bastante normal encontrarse tortugas o serpientes en mitad del camino.

Al día siguiente teníamos el ‘Monday Test’ en una carretera muy cercana a la zona de los tramos del sábado. En los reconocimientos observamos claramente que la jornada más dura sería esa, por kilometraje pero, sobre todom por el estado muy roto de las carreteras en una zona de alta montaña. La jornada del viernes, aun teniendo el tramo más largo, estaba en unas condiciones bastante buenas, igual que la jornada del domingo, que quizá iba a patinar algo más de lo normal.

El jueves hacíamos el tramo de calificación y al terminar nos dirigimos hacia la capital para pasar la noche. El rally arrancaba desde allí a la mañana siguiente en la Acrópolis de Atenas, bonito escenario para la salida pero con un calor que aumentaba día a día. Desde allí, enlace de unos sesenta kilómetros hasta el hipódromo de Markopoulo donde arrancaba el rally de verdad. Ese mismo día se tomaban las notas antes de correrlo. Buen tramo para coger temperatura al ser muy ancho y curvas vistas. De ahí, otro enlace largo para cerrar el día en Thiva, tramo rey con sus treinta kilómetros. Probablemente fue el tramo que mejor nos salió y en donde pudimos sacar algunas conclusiones positivas después de Azores. Se nos hizo algo largo al final, pero lo pasamos sin contratiempos.

Llegábamos al que creía que iba a ser el día clave del Acropolis. Tres tramos muy duros, sobre todo Drossohori y Paleohori-Mendenitsa, el primero con una subida inicial de 15 kilómetros empatando en su mayoría una horquilla con otra, y el segundo con una bajada final que patinaba con mucho peligro. Y no me equivocaba demasiado, el rally allí dictó sentencia tanto en la cabeza como en nuestra categoría, la ERC3. De golpe nos colocamos segundos, que ya era un buen resultado con la experiencia que tenemos en esta superficie, así que el objetivo, si antes estaba claro, ahora era prioritario: acabando conseguíamos muchísimos puntos, tanto para ERC3 como el Ladies Trophy. Hay que recordar que la puntuación de este trofeo depende también del puesto obtenido en la categoría en la que se esté integrado. Por eso las puntuaciones en los rallies que llevamos son diferentes unos a otros.

Pero un rally como éste no íbamos a pasarlo sin contratiempos. Ni mucho menos… En el último tramo de la primera sección pinchamos en la parte final. Las ruedas ya estaban en las últimas y cogimos un interior que fue empeorando con el paso de los coches. La dureza del rally se notó y no hubo tramo que no fuesen apareciendo coches retirados a los laterales, incluso zonas en las que los había a pares. A final del día, tras una hora de retraso por la neutralización de una especial, mantuvimos el resultado por lo que solo quedaban cuatro tramos para acabar.

Y cuando parecía que quedaba lo más ‘sencillo’ (en el Acrópolis eso no existe), en realidad nos quedaba lo peor. En el primer tramo del domingo, en un bote que teníamos bien marcado, el coche se movió como si estuviéramos en pleno terremoto. Lo primero que se me vino a la cabeza fue la espalda de Emma, porque fue un impacto seco y mucho más duro que el que le dejó KO en Azores. Tuvimos la precaución de frenar y de pasarlo a poca velocidad, pero aún así lo sentimos muy fuerte dentro del coche. Pero, afortunadamente, en Grecia también comprobamos que con el asiento que estrenó aquí, este tipo de contratiempos los soporta muchísimo mejor. 

Pero el bote tuvo sus consecuencias. A partir de ese momento fuimos perdiendo los frenos de forma paulatina y no tuvimos más remedio que ir ralentizando el ritmo en la segunda mitad del tramo. Al llegar a meta comprobamos lo que había pasado: un latiguillo del sistema de frenos se había roto y había empezado a perder líquido. El siguiente tramo tocó simplemente pasarlo para llegar a asistencia. 

El equipo lo solucionó, pero las pastillas estaban cristalizadas y los dos últimos tramos fueron una odisea. Se nos hicieron larguísimos. Por suerte no había que ir mirando mucho hacia atrás ya que estábamos todos en condiciones parecidas, con problemas y simplemente con el objetivo de la meta entre ceja y ceja. 

Objetivo alcanzado, acabar un rally de las características del Acrópolis no era nada sencillo y lo logramos, además con un buen botín en forma de puntos. Y en nada seguimos con la siguiente, la semana que viene en Chipre, un rally que anda a la par en dureza donde seguro que el calor no nos abandona.