El Dakar es uno de los eventos deportivos más extremos del planeta y si hablamos de pruebas de motor, es sin duda el que se lleva la palma. Este próximo año que aguarda a la vuelta de la esquina celebra su trigésimo primera edición, la tercera en suelo sudamericano y según su organizador, Amaury Sport Organisation, una de las más duras. Los miles de kilómetros que separan Europa de Argentina y Chile y el engorroso proceso de verificaciones técnicas y administrativas que se desarrollarán en el centro de exposiciones porteño La Rural en los próximos días obliga a los pilotos y miembros de los distintos equipos a dar por terminadas las Navidades y, tarjeta de embarque en mano, ir al aeropuerto para emprender un largo viaje hasta Buenos Aires previa escala en Madrid.
Son días de nervios en casa de Pedro Peñate, Jorge Gómez y José Manuel Galán. De los tres, sólo Gómez ha estado ajeno a la locura del Dakar hasta ahora, un veneno que cuesta sacar y que lleva a la mayoría a repetir un año tras otro a pesar de los sacrificios personales y económicos que conlleva embarcarse en una aventura de estas dimensiones. Los otros dos, Peñate y Galán lo saben perfectamente, pero el brillo que tienen sus ojos en estas horas previas y la certeza de vivir una experiencia literalmente inolvidable bien vale este esfuerzo.
Ninguno de ellos ha podido excederse con los turrones y las comilonas propias de estas fechas y aunque el sentimiento de separarse de hijos, mujeres y familia sigue punzando el estómago, el momento de pasar el arco de seguridad y saber que desde ese instante sólo van a respirar el ambiente del Dakar es casi un alivio después de un interminable año de espera. “Estoy más nervioso que nunca”, reconoce Pedro Peñate (KTM 690 Rally). Con tres dakares a cuestas y con una preparación increíble tratándose de un piloto amateur, reconoce que llega un punto en el que la carrera queda tan lejana en el tiempo que cuesta mantener la motivación y la ilusión en cada sesión de gimnasio, en las largas horas sobre la moto y cuando a las cinco de la mañana suena el despertador para seguir entrenando sin robarle más tiempo al trabajo. “Es duro separarse de los nuestros, pero creo que la mayoría de los que estamos en esto tenemos al lado a personas que lo viven con la misma pasión. Si no, sería imposible”, admite.
Este año son alrededor de 9.000 kilómetros de recorrido con principio y final en Buenos Aires, pero recorriendo casi en idéntica proporción suelo chileno. De esa distancia unos 5.000 kilómetros serán de etapa pura y dura y este año con mayores dosis de navegación y recorriendo rutas inéditas por la zona norte de los dos países anfitriones, tocando casi las fronteras de Bolivia y Perú. El portentoso Atacama –el auténtico corazón del Dakar desde que cambió África por Sudamérica- o el paso de San Francisco entre Chile y Argentina, que está a 4.726 metros sobre el nivel del mar, son los dos puntos más respetados por los participantes. En todos se repite esa predisposición al sufrimiento, pero también un amor por el desierto y la arena que escapa a la lógica.
Si es por galones y dakares encima, el lanzaroteño José Manuel Galán se lleva la palma. Este año ha cambiado el volante por el asiento derecho al copilotar a otro clásico, José Manuel Salinero (Prototipo 4x4) en el equipo de la Guardia Civil. Esa dilatada experiencia no le quita ni una pizca de ilusión a Galán, sobre todo porque va a ser su bautismo en la versión americana de un raid que forjó su leyenda en suelo africano.
A pesar de peinar canas y de tener las manos curtidas de tanta moto, a sus 49 años va a ser el primer Dakar para el grancanario Jorge Gómez (BMW G450RR). La inexperiencia no es un problema cuando se tiene la ilusión de ‘Koke’ que sigue en una nube en estas horas previas. “A estas alturas uno ya tiene un nudo en el estomago” reconoce Jorge, que coincide con su compañero Pedro respecto a las ganas de estar en la rampa de salida. “Cuando abres el periódico o enciendes la tele y ves que los medios ya están calentando el ambiente y después de cuatro meses preparándome, estás deseando estar allí”.
A pesar de esa inquietud propia del novato, Gómez se repite una y otra vez que va “a vivirlo y a disfrutarlo”, tanto que lleva hasta una cámara de fotos. “Esto va a ser una experiencia inolvidable y a veces, cuando te metes en un jaleo de las dimensiones de un Dakar te dejas llevar y no eres capaz de disfrutar del día a día. Yo voy concienciado a sufrir encima de la moto, pero no quiero que eso me impida vivir con intensidad esta experiencia tan fantástica”.
Es el Dakar. Altas dosis de sacrificio y sufrimiento contra pequeños momentos de gozo, pero de una intensidad tan brutal que compensa el balance. Una prueba que arranca en cuestión de días para los nuestros y que en MotorEnLinea.es vamos a seguir con atención.
