Por supuesto que romper la barrera de los cuatro metros gracias a un ‘estirón’ de 56 milímetros es anecdótico. Tampoco el diseño, siempre tan sujeto a modas y a influencias, puede ser el único indicador de esa mayor ambición del A1, un coche que nació como antídoto a los subcompactos de estilo premium, además de allanar el escalón de acceso a la marca. Madurado el concepto de Audi urbano y libre quizá de esa condición de némesis del MINI, la segunda generación aprovecha también el gran momento creativo de Audi para hacer una propuesta más atrevida e independiente.
Si en el otro extremo del catálogo Audi, el gigantesco Q8, decíamos que la marca de los cuatro aros se explayaba en un lienzo de cinco metros, en el A1 replica la misma fórmula –y aquí está el mérito– pero en miniatura. Y esto se aprecia en su línea exterior, un interior para comérselo y un planteamiento tecnológico eminente.
Este trabajo a escala vale también para una dinámica de conducción con denominación de origen. Como los demás coches de Ingolstadt, el A1 hace gala de un comportamiento que transmite calidad y deportividad. Los neumáticos de perfil bajo sobre llantas de 16’’ de esta unidad hacían que cargara con mayor insistencia hacia esa vertiente más ‘sport’, aunque sea cual sea el entorno, el A1 Sportback deja claro desde el primer metro que no es un subcompacto más.
Sin tener que recurrir a las suspensiones deportivas opcionales más firmes, el A1 Sportback 30 TFSI saca las uñas cuando se le saca a pasear por carreteras de montaña. Es ahí donde sale a relucir esa conducción precisa tan Audi y donde se saca partido a equipo de frenos notable y que actúa con firmeza cuando se necesita. Sin embargo, hay que reconocer que el motor 1.0 TFSI tricilíndrico se queda corto cuando el A1 empieza a enseñar las garras y que sobre asfalto irregular el ruido de rodadura se cuela en exceso en cabina.
La puesta al día a nivel tecnológico es considerable. En este apartado hay que poner en valor la incorporación de serie del aviso de salida de carril y el pre sense front, que advierte del riesgo impacto frontal con otros vehículos, peatones o ciclistas. Lo hace en primer instancia con avisos acústicos y visuales (en el cuadro de instrumentos) y, en caso de riesgo extremo) realizando una frenada de emergencia. Es conveniente ajustarlo en la posición de preaviso más tardío cuando se afrontan carreteras viradas de montaña. En nuestro caso tuvimos que hacerlo.
Respecto a otros modelos del grupo, el Audi lane departure warning del A1 nos ha parecido menos efectivo y se echa de menos un asistente de arranque en pendiente que sí forma parte del catálogo de opcionales. El limitador de velocidad sí forma parte de su dotación de serie.
Virtudes y defectos del 1.0 TFSI
Segundo escalafón de la baraja de cuatro variantes de propulsión de entre 95 y 200 CV, el 1.0 TFSI con 116 CV y 200 Nm es una buena opción para un modelo del calibre y enfoque del Audi A1 si su medio natural va a ser la ciudad y las vías interurbanas. Si se buscan sensaciones y nervio sin que esto haga mella en el confort que se espera de un Audi, este tres cilindros de 999 cc sobrealimentado y de inyección directa te deja un poco frío en carreteras de montaña.
Si nos ceñimos a ese primer radio de acción que, por otro lado, es el más habitual, esta versión 30 TFSI del A1 cumple con nota, entre otras cosas, porque en una conducción completamente normal, la media de consumo rondó siempre los 5,5 l/100 km, cuando la marca establece una media de alrededor de los 4,9 l/100 km.
Parte de las vibraciones del motor –el gran talón de Aquiles de los tricilíndricos– se filtran hasta el pedal del embrague. Un inconveniente que se le puede perdonar a un pequeño subcompacto generalista, pero que altera ligeramente una dinámica a la altura de lo que es Audi. Por lo demás, del cambio manual de seis velocidades hay que reconocer la excelente ergonomía de la palanca selectora que estrena este coche y el buen tacto de la caja. La sexta velocidad nos ha parecido tan exageradamente larga que sólo es aprovechable cuando va lanzado a alta velocidad.
Inmejorable integración digital
Personalización aparte, lo más brillante del interior, como en todo Audi, es la inmejorable integración digital a través del cuadro de instrumentos virtual (y su pantalla de 10,25 pulgadas) y el sistema de infoentretenimiento que en las versiones superiores (MMI Navegación plus) puede llegar a tener una pantalla de 10,1 pulgadas. Completamente apagados pasan desapercibidos en un entorno con acabado ‘balck panel’. Los grafismos del Audi Virtual Cockpit y el interfaz de la pantalla MMI son sencillamente excelentes.
Aunque es más espacioso, hay que asumir que el tamaño del interior es el que es y que la línea deportiva del techo pone en apuros a los pasajeros de las plazas traseras cuya talla supere el metro ochenta. Los 65 litros de más del maletero le vienen de perlas para alcanzar un volumen de carga de 335 litros.
Quien no arriesga no gana
El primer A1 ya señaló al resto de los Audi el camino de la ‘customización’, una tendencia que no ha hecho sino crecer con el paso de los años, aunque sigue siendo más común entre coches de tamaño pequeño y mediano. El gran logro del nuevo modelo es que, con muy poco, se saca punta a ese potencial de personalización.
La unidad que hemos probado, la 30 TFSI Advanced Edition es un buen ejemplo, ya que a pesar de no contar con el paquete S-line sí disponía de las taloneras pronunciadas en color negro a juego con toda la cubierta superior, incluyendo techo, alerón de techo, carcasas de retrovisores y pilares A y B, y las hendiduras del capó a imagen y semejanza del mítico Audi Sport quattro. Celebramos también el atrevimiento de la marca en su propuesta de colores para la carrocería, como este amarillo ‘Python’, pero también otros como el azul ‘turbo’ o el gris ‘Cronos’.