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Un día en el infierno... verde (II)

  • Luz roja, amarilla y luego verde...empieza la acción.

Continuando con el relato sobre la experiencia vivida en el viaje al mítico circuito de Nürburgring, nuestros ávidos aventureros se enfrentaban, por fin, al reto definitivo, su primer contacto con los 22,8 kilómetros con los que cuenta el circuito. La emoción y los nervios subían de revoluciones. Estaban a las puertas del “Grüne Hölle”. Estaban a las puertas de hacer realidad su sueño.  

 No podíamos rechazar la oferta de conocer las claves de uno de los circuitos más técnicos del mundo de la mano de una de las personas que mejor lo conocen. Así que tomo asiento en puesto del copiloto del Volkswagen Golf y nos dirigimos a la salida, siempre en cola, detrás de coches que sólo había visto en revistas. Por poner un ejemplo: justo delante teníamos una especie de BMW M3 GTR, con aletas ensanchadas y un alerón enorme. Theo nos sigue explicando, pero cuesta concentrarse sólo en su voz.

“Los aparcamientos que están a la salida están siempre llenos, así que trata de aparcar fuera. Para que se levante la barrera, han de poner la tarjeta del ticket en este hueco; salta una luz roja, amarilla y luego verde, después se levanta la barrera”. La cruzamos y atravesamos una zona de conos cuya misión es ralentizar la salida. Estaba entrando al circuito más largo y complicado del mundo, rodeado de máquinas brutales y de copiloto con un hombre que ha dado, según nos contó, unas 6.000 vueltas al circuito. Era una sensación indescriptible. Algo parecido a lo que debe sentir un escalador empezando a subir un ocho mil. Como un ciclista en las primeras rampas de un Tourmalet. Un orgasmo sensorial.

“¿Quieren que vaya rápido?” Sólo con la mirada le respondemos. Por si hay dudas, uno de nosotros le dice que no, que mejor “a tope”. Primera, segunda, tercera, cuarta y quinta. Llegamos al final de recta a 200 km/h a través de una especie de vaguada. Las vistas y la sensación son increíbles, pero a pesar del subidón quiero quedarme con algunas conclusiones y aprovechar la lección. La primera, que la pista es más ancha de lo que imaginaba y… que yo no iba a poder ir ni la mitad de rápido que nuestro guía de lujo.

La vuelta transcurrió increíblemente rápido. Los 20,8 kilómetros del ‘Ring’ parecían haber pasado con si fueran sólo dos. Durante todo el recorrido Theo nos explica los trucos: “Aquí hay una línea en el suelo que te indica el punto donde tienes que cerrarte”; “en este punto hay que frenar antes del rasante”. Aunque uno cree tener referencias lejanas de todo lo que ha leído, visto y –por qué no decirlo- jugado a ‘la Play’, el circuito sorprende muchísimo. Primero, porque tiene multitud de puntos ciegos de muchísima velocidad; segundo, porque los ascensos y descensos son mucho más fuertes de lo que imaginaba; y tercero, que hasta en tres zonas puedes alcanzar velocidades por encima de los 200 km/h con un coche de 200 CV. Durante todo el recorrido, los neumáticos no han parado de chirriar y yo clavo las uñas en la empuñadura de la puerta. Al bajarme, más que nervioso, estoy invadido por una sensación de euforia, una emoción que recordaré el resto de mi vida.

Primera vuelta

Hay que recuperar la serenidad porque es mi turno. Compro la ‘ring card’, tal y como nos han recomendado en una primera tanda de ocho vueltas para que me costara 145 euros. Tomo asiento, conecto la Performance Box (dispositivo que se emplea para la adquisición de datos mediante GPS) en la que había cargado previamente todos los datos del circuito, puntos intermedios, salida y meta. De vuelta a la cola y avanzo lentamente hasta la barrera. Contra todo pronóstico estoy más tranquilo que antes. Al volante siento una paz que me relaja. Al fin y al cabo no me iba a jugar el tipo y tampoco el dinero, además, ya había visto cómo era el circuito, que era lo que más me preocupaba.

 

Tengo que reconocer que ya conocía las trazadas del bucle norte (traducción exacta de Nordschleife). Aunque parezca mentira, mis horas delante de la Play Station me habían dado una idea bastante aproximada sobre el circuito y sobre las trazadas que debía hacer. La marcha en cada curva, los bordillos que puedes aprovechar, el radio de las curvas… Pero no se fíen del todo. Como me había dicho nuestro guía particular, “this is the real life, there is no reset button”. No había botón de reinicio y por ello nos hizo muchísimo hincapié en que fuésemos paso a paso, de menos a más y que tuviésemos mucho cuidado. Esto es Nürburgring.

Se abre la barrera de los sueños. Cruzo los conos y piso a fondo. El motor empuja muy fuerte, la caja es rapidísima y el chasis y suspensiones, el coche entero, me sorprende mucho por el agarre, aplomo y por la confianza que dan. Según voy pasando curvas me siento más cómodo, cambiando con las levas no tengo que soltar las manos del volante y los neumáticos Hankook van avisando de por dónde anda el límite. Las frenadas son muy fuertes y en algunas el pedal se va al fondo, teniendo que soltar y volver a pisar para que recupere tacto. Las curvas más rápidas las paso con un pequeño quita miedos. El hecho de que las bajadas y las zonas que sabes que son a fondo sean ciegas genera inseguridad. Siempre dudas de si habrá algo al final, un coche parado o algún imprevisto. Al final 9´14 minutos.

Para ser mi primera vuelta, no está mal. Pero estoy convencido de que se puede bajar al menos 40 segundos. Cuando no tienes el suficiente conocimiento del circuito, te los vas dejando en cualquier sitio. Ya decía Walter Röhl –ex campeón del mundo de rallys y autor de algunas de las frases más geniales sobre el mundo de las carreras- que para enterarte de algo en Nürburgring tienes que dar al menos 100 vueltas.  A mí me quedaban 99. Además, el tráfico en pista influye mucho y, muchas veces, también fuimos obstáculo para otros coches más rápidos que nosotros.  En este sentido, me sorprendió mucho lo correcto del comportamiento en pista de los demás vehículos. Si eres más rápido, te ponen el intermitente de la derecha y aminoran la velocidad.

Tenía sensaciones encontradas porque la vuelta con Theo me había parecido mucho más difícil y radical. Más rápida y mucho más arriesgada.  Creo que la confianza que me transmitió el Scirocco, su facilidad de conducción y lo impresionantemente bien puesto a  punto que está el control de estabilidad, nos había dado una sensación completamente distinta. Aun así debes saber que la satisfacción de pilotar ahí dentro es única y especial. Te concentras y, por un momento, no hay nada más en el mundo. Sólo el Infierno Verde, tu coche y tú.

Los peros 

Sólo tengo un pero para todo este sueño que fue sentirme parte de la leyenda de Nürburgring. A menudo hay accidentes en pista y en cada momento cierran el circuito para limpiarla y para que la policía entre para hacer el atestado, ya que –por increíble que parezca- el trazado tiene consideración de vía pública. Uno de los accidentes de una moto nos dejó varias horas esperando, así que aprovechamos para comer en el Devil’s Diner, un restaurante situado junto a a la entrada al circuito y en el que el ambiente es igual de alucinante que dentro del él.

Al final del día sólo habíamos dado cinco vueltas, con un mejor tiempo personal de 8:39.3. Las dos últimas vueltas las había hecho en tiempos parecidos y la verdad es que me sentía rápido en pista. Adelantaba muchos coches, algunos mucho más potentes que el mío y eso era un buen síntoma. Las circunstancias habían hecho que las motos no pudiesen rodar al final del día con lo que también nos encontramos menos tráfico. Cuando nos dimos cuenta eran las siete y media de la tarde y el Nordschleife cerraba sus puertas. Puesto que sólo habíamos cubierto cien de los 250 km contratados, la empresa de alquiler acordó con nosotros que si tenía un coche libre al día siguiente nos lo prestaría sin costo. En caso contrario, nos devolvería parte del dinero. Estuvimos rezando toda la noche por que alguna de las reservas fallara y quedara disponible uno. El dinero, a estas alturas de la película, era lo de menos.

Ya en el hotel no había otro tema de conversación. Ni cansancio, ni hambre. Sólo curvas favoritas, puntos alucinantes del circuito y las primeras anécdotas propias –no tomadas prestadas- de Nürburgring. Dónde abrirse, dónde frenar, dónde cerrarse, dónde aprovechar el piano y dónde intuímos que había público viéndonos. Este circuito rompe los esquemas en lo que a velocidad se refiere. Lo que en un tramo de rally se considera una zona rápida a puntos de 140 ó 150 km/h, en el viejo Nürburgring son de 200 ó 220 km/h y con un rasante ciego en medio. Se ha ganado a pulso la reputación que tiene y el hecho de ser el súmmum del automovilismo deportivo a nivel mundial. Contarlo es un compromiso porque por mucho que te fuerces en recordar y explicar, hay que vivirlo.

Día dos: el Ring Taxi

Para el segundo día teníamos previsto dar una vuelta en el Ring Taxi. Éste es un servicio que ofrece BMW en el que pagas 195 euros y pueden dar una vuelta en un BMW M5 de 507 CV de potencia hasta tres ocupantes. Estos vehículos van en manos de pilotos profesionales como Andy Priaulx, Jörg Müller, Sabine Schmitz, Claudia Hürtgen... Algunos de ellos campeonísimos del mundial de turismos y grandes conocedores de la pista. Muy recomendable.

Al final de la vuelta nos sentimos como si hubiésemos pagado la entrada de un parque temático del motor y lo vivimos como si estuviéramos en una montaña rusa. No todo el mundo puede decir que ha ido de lado en el Ring, y menos  con un piloto profesional al volante. El nuestro, Philip, nos contó que el coche está completamente de serie excepto por unas pastillas de freno algo más duras y por los neumáticos Michelin Pilot Sport, cuando de serie suele montar Continental Contisport.

¿Adivinan dónde fuimos nada más bajarnos del ring taxi? Correcto, a Rent Racecar. Entramos con los dedos cruzados y, de nuevo, tuvimos suerte: tenían un Audi TT disponible, con arneses de cuatro puntos de anclaje y baquets Recaro. Parecerá una tontería, pero puestos a pedir, cuanto más se parezca el a uno de competición más parece bullir la adrenalina. Vuelta al circuito y un giro por barba, uno para cada uno de los cuatro que nos embarcamos en esta peregrinación a Nürburgring. Al final 8:36.3, Mi mejor tiempo y eso que el TT tenía suspensiones de serie…

Conclusión

Correr en Nürburgring Nordschleife no significa dar vueltas a un circuito sin más. A la vuelta -ya en el avión- haces balance de todo lo vivido. Lo que te queda al final es el conjunto de experiencias que hacen de este lugar algo especial para los amantes al mundo del motor. Viviendo la amabilidad y el trato recibido, el precioso paisaje, el ambiente, el aroma racing, los coches espectaculares y las sensaciones de pilotar en el mejor circuito del mundo. Una experiencia imborrable y que deja un poso extraño, que recuerda a ese algo que se siente en el estómago cuando te enamoras. He picado el anzuelo del ring y no paro de pensar en cuando podré volver. De momento, mis sueños son monotemáticos y quien sabe si no será para siempre.

Autor
Néstor Santana
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