La viva imagen de la derrota

  • "Hay segundos puestos muy pero que muy dolorosos"

“Es horrible acabar segundo”. A lo que yo añado –así de claro, sin paños calientes– que es consuelo de tontos. Estas honestas declaraciones de Nico Rosberg tras el Gran Premio de Austin dan lugar a la reflexión que me dispongo a exponer. Y es que nunca llevé nada bien eso de acabar segundo. Es posible que no sea una actitud del todo racional. ¿Pero y qué? Yo corría para demostrar a la gente, a mi equipo y a mí mismo (no necesariamente en ese orden) que éramos los mejores. Ojo, que no es lo mismo que no saber perder, y mucho menos, que querer ganar a cualquier precio. ¡Eso jamás! Y quien me conoce de verdad sabe que esto es así.

Yo no sé si era el mejor, pero sí sé que nunca me sentí peor que ninguno de mis rivales. Casi todo el que se pone un casco cree que es el mejor, y el que no lo dice es un hipócrita o un perdedor. Es cierto que las derrotas, si pasado el cabreo las gestionas mentalmente bien, te ayudan a mejorar. Eso lo digo porque lo sé de primera mano y porque estoy sentadito escribiendo con el sosiego y la perspectiva que te da el paso del tiempo. Pero hay segundos puestos muy pero que muy dolorosos. Que se te graban a fuego de por vida. 

Ufff… ¡Qué carita se me quedaba! ¡Qué mal disimulaba mi estado de ánimo en esos momentos! Cómo dolió perder la Copa Yaris en un Rally de Teror contra Fran Suárez por 1,9 segundos tras el increíble error de calar el coche en un cruce. ¡O un Rally Isla de Tenerife en el Desafío Peugeot contra Victorino Concepción por medio segundo! Este dolió de forma especial porque suspendieron el último tramo, una apasionante bajada de Güímar nocturna que en mi cabeza solo tenía dos posibilidades: ganar el rally o dormir en el hospital. 

Y qué decir del Rally de Canarias de 2004… Este sí que merece un capítulo aparte. Una carrera y una temporada que una semana antes de dar comienzo no sabía que iba a correr. Por motivos y personas que no vienen al caso, no tenía la ilusión necesaria para poner un proyecto en marcha ese año, hasta que una llamada de Octavio Ojeda de Toyota Canarias y un acuerdo generoso por su parte –a quien estaré eternamente agradecido– me cedía su Toyota Yaris para participar en la última edición de la Copa Toyota Yaris Canarias.

Creo que mi punto más fuerte como piloto es que tengo una gran facilidad para ir a un ritmo alto desde el primer metro. Pero por todas las circunstancias anteriormente relatadas, me costó mucho más de la cuenta encontrar mi ritmo inicialmente. De hecho, creo que en la primera etapa llegué a ir cuarto o quinto de la copa. Pero era una carrera larga, selectiva y complicada, y la oscuridad de la noche y la niebla (mis eternas aliadas) vinieron en mi ayuda en la complicada bajada de Cueva Grande, la cuál ponía fin a la primera jornada de carrera. Bajamos fuerte, con esa rabia contenida y determinación del que sabe que puede dar más; que tiene que dar más. 

Qué delicado es mantener el pedal a fondo en una larga recta cerrada de niebla que sabes que acaba en una derecha lenta. Sobre todo cuando no te puedes permitir el lujo de darte un margen porque no lo hay. Es cuando sabes que tus rivales van a pasar por el mismo lugar y tú tienes que ser el último en frenar. Es cuando el copiloto tiene que cantar con la entonación exacta en el momento preciso, ni antes ni después. No existe el más o menos, sólo la precisión, la tensión, la perfección.

Es por esos momentos por los que llevas toda la vida viendo vídeos de rallies, escribiendo en el cole a todos tus pilotos favoritos y sus coches en tus libretas, imitando sus voces, fugándote de clase para ir al Rally ‘El Corte Inglés’ haciendo autostop con tus mejores amigos; en pocas palabras, sentirte vivo.

Disculpen la divagación pero créanme que por un momento me teletransporté al interior de mi Yaris con mi querido Pedro cantando las notas con ese estilo incomparable e irrepetible que solo él tenía. Quién me iba a decir a mí que justo esa iba a ser nuestra última carrera juntos. Diez años han pasado y las emociones siguen siendo muy fuertes cuando hablo de mi gran amigo. Ese con el que compartí ligues, juergas, gamberradas, sueños, tristezas, alegrías, risas (su risa es la más contagiosa que he conocido), el amor por nuestros animales, por nuestras cumbres y sus gentes, nuestra gran pasión (correr con cualquier artilugio con ruedas)... Hay luces que nunca deberían apagarse porque el mundo se queda demasiado oscuro sin ellas. Pero la vida, a veces, es realmente cruel.

Recuerdo que el sábado, ya en la segunda y definitiva etapa del rally, la cosa ya era una lucha de dos; el rapidísimo Armide y nosotros, que veníamos en muy buena progresión. Íbamos concentradísimos, dando el máximo. La tensión era realmente alta. Tanto es así, que recuerdo que hubo una confusión y en las radios daban el dato de que estábamos 10 segundos por detrás de Armide, pero yo por mis cálculos sabía que estábamos a menos de dos. Todo esto pasaba cuando marchábamos en el tramo de enlace hacia el último tramo del rally. En esas que Pedro me suelta que si no podía correr un poco más. Me volví hacia él con mirada asesina y le dije que si quería llevar él el coche. Unos días después recordamos el momento y nos partimos de risa.

Si no recuerdo mal salimos al último tramo de Zumacal - Los Castillos a 1,9 de Armide. No hubo centímetro que no aprovecháramos, tan es así que el eucalipto de la salida del cruce de Los Chorros casi lo pasamos rozando; de hecho, recuerdo mover la cabeza un poco a la derecha instintivamente porque pensé que me lo comía. Con todo y con eso, sólo fui capaz de recuperarle 0,7 décimas y acabamos todo un Rally de Canarias a 1,1 segundos del justo vencedor de la Copa Yaris en esa ocasión. Creo que no exagero mucho si digo que quedé casi en estado de shock. No sentía ni padecía. Era el boxeador noqueado que se mantiene en pie por orgullo. Casi no recuerdo nada de lo que sucedió después. Sí tengo un detalle en la mente. En lo que esperábamos para subir a la rampa de llegada, por el rabillo del ojo vi que Michael Lögfren me sacaba una foto. Hoy en día pagaría por verla, ya que esa cara es la viva imagen de la derrota. La del odiado segundo puesto.

 

 

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Alberto Monzón
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Comentarios

5 Estimado amigo Alberto me alegro saber de ti, espero que todo este bien, buenos recuerdos saludos de Colacho nicolas 19:33 13/01/2015

4 Pues sí, Iván, los que hemos tenido la suerte de vivir la competición de esa manera, sabemos lo duro que es perder por una fracción de segundo... También es verdad que a veces tocaba ganar, pero siempre pensé que se aprendía más de las derrotas... Un abrazo y espero que todo te vaya bien... Alberto Monzón 20:21 10/11/2014

3 Quique, uffff... Me has emocionado!! Qué bonitas y sentidas palabras, las cuales solo pueden ser escritas por un muy buen tío como eres tú! Cómo se les echa de menos a Fran y a Pedro... Avisa cuando vuelvas por tu isla y nos tomamos algo! Un abrazo! Alberto Monzón 20:18 10/11/2014

2 Como te entiendo Alberto, sentí lo mismo dos años seguidos, en un Rally de Lanzarote en el Desafío Peugeot con Leandro Santana, en el último tramo, el espectáculo de Arrecife le metimos un segundo y pico a Benito Rodríguez que para ese rallye llevaba el coche de Heriberto Godoy, pero nos separaron 1.1 de la victoria. Al año siguiente fue peor, en el Rally del Norte 2006, el primero de la copa Fiesta, llegamos al último tramo, la bajada de La Guancha separados por muy poco tiempo, no recuerdo cuanto, pero sí que perdimos el rally por 8 décimas, se te queda una cara de tonto, y mas sabiendo que en Masca-Buenavista habíamos hecho un tiempazo metiéndole casi diez segundos y la segunda pasada fue neutralizada, cosas de las carreras, pero como te entiendo. Iván Moreno 13:09 10/11/2014

1 Eras un fenómeno un campeón nato al que quizá sólo le faltó una nueva oportunidad. Ahora bien, fuera del coche eres una persona excepcional, con una sensibilidad única y con una contagiosa y permanente sonrisa envidiada por todos los que observamos detenidente tu rostro alguna vez. Mi hermano Fran te fue a ver a unos cuantos rallies y de paso me veía a mi también... Él y Pedro, desde allí donde estén siguen viéndote con sus mejores ojos y con sus irrepetibles sonrisas contagiadas por ti mismo. Gracias amigo! Enric Perez Arimany 09:56 08/11/2014

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