A pesar de su juventud (se lanzó por primera vez en 2015), el CX-3 es ya uno de los modelos más importantes de Mazda en Europa. Segundo en ese ranking, en su primera actualización el fabricante japonés ha querido enfocar buena parte de sus evoluciones hacia una misma dirección: la del refinamiento. En realidad, son varias las áreas en las que mejora, pero, al final, muchas de ellas acaban teniendo como último efecto esa sensación de finura a bordo.
Por ejemplo, son muchas y muy variadas las modificaciones a nivel estructural en el nuevo CX-3. Y la mayoría de ellas, aunque repercuten también en su dinamismo, tienen como finalidad principal incrementar el confort de marcha. Por ello se ha ampliado el diámetro de los amortiguadores delanteros a la vez que se ha reducido el de la barra estabilizadora. Así, ese tren anterior absorbe mejor los impactos y optimiza la respuesta ante los movimientos de volante, algo en lo que influye también una revisión de las características de la dirección asistida eléctrica.
En general, se han evolucionado las suspensiones mediante unos nuevos muelles y amortiguadores que, según información de la marca, permiten al CX-3 absorber mejor los baches. Los neumáticos de perfil bajo (215/50R18) tienen unos flancos menos firmes para conseguir una mayor flexibilidad vertical y así ayudar a filtrar las irregularidades del terreno.
Pero el confort de marcha también depende de la capacidad de un vehículo de tamizar ruidos y vibraciones. Por ello, el nuevo CX-3 estrena unos paneles para las puertas y una luneta trasera con mayor espesor, igual que el techo, que no sólo depura el ruido aerodinámico, también es capaz de reducir el eco en el interior. Tanto las puertas como el techo presentan en esta versión un nuevo material en las costuras de la soldadura.
Por supuesto que algunos de estos avances estructurales tienen como efecto una mayor estabilidad y, por tanto, un mejor rendimiento dinámico. Las nuevas suspensiones, por ejemplo, responden mejor a los cambios en la distribución del peso, ya sea en frenada o al negociar una curva. El sistema G-Vectoring Control también estrena una serie de ajustes con los que permite al CX-3 ser aún más preciso en curva mientras su ‘cerebro’ actúa sobre el reparto de par de acuerdo con el ángulo de giro del volante.
Retoques en ergonomía
Esa preocupación por la exquisitez se aprecia también en cómo se ha enfocado la renovación del interior. En la primera versión se echaba de menos un reposabrazos central y en ésta, Mazda lo soluciona añadiendo uno en cada fila de asientos. Para que esto no rompa el equilibrio ergonómico, el mando HMI adelanta su posición. Aunque no se aprecie a simple vista, la banqueta trasera emplea una nueva espuma realizada a base de uretano, un material que filtra con mayor efectividad las vibraciones.
Sí se aprecian a la vista y al tacto los nuevos tapizados de cuero con fruncidos verticales en respaldos y pinceladas de brillo en los hombros. O los embellecedores de los difusores de aire, ahora en color rojo y que puede ir a juego con la carrocería. Mucho más funcional es la posibilidad de, según acabados, poder enriquecer el equipamiento mediante Apple CarPlay y Android Auto o, ya de serie, con un retrovisor interior antideslumbramiento y con función de oscurecimiento automático.
Sin salirnos del ámbito del equipamiento, el nuevo CX-3 amplía el alcance de los dispositivos de seguridad. Así, el Sistema de asistencia a la frenada en ciudad (SCBS) avanzado ahora detecta peatones y vehículos a velocidades entre 4 y 80 km/h y entre 10 y 80 km/h respectivamente. El Control de crucero adaptativo (MRCC) incorpor la función Stop&Go, ya que la combinación de un radar con una cámara de visión delantera, funciona desde 0 km/h, mientras antes lo hacía a partir de los 30 km/h. Esta versión 2018 también se hace con los Faros led adaptativos (ALH), el Control de ángulo muerto (BSM) con Alerta de Tráfico Posterior (RCTA), la Alerta de cambio involuntario de carril (LDWS) y el Reconocimiento de señales de tráfico (TSR).
En el exterior, salta a la vista, continuidad absoluta. Apenas la parrilla con unas nuevas baldas de dos anchuras, unos pilotos traseros en forma de anillo, molduras laterales y guarnecidos de los pilares en color negro brillante y las nuevas llantas de 18’’. Con acierto, Mazda añade al CX-3 al club de modelos que pueden vestir el elegantísimo color Soul Red Crystal que, respecto a su equivalente en la versión anterior, se diferencia por tener un 50% más de profundidad y un 20% más de saturación.
Nuevo motor 1.8 diesel
Otro de los frentes que ‘ataca’ esta nueva versión del Mazda CX-3 es el de la eficiencia. Sus motores logran avances en este terreno, aunque en el caso del nuevo diésel 1.8 Skyactiv-D de 115 CV que sustituye al antiguo 1.5, implementa una serie de dispositivos que, de nuevo, influyen de manera directa en el confort de marcha. Hablamos de sistemas como el Natural Sound Smoother y el Natural Sound Frequency Control que neutralizan vibraciones y ruido. La combustión rápida multietapa, la cámara de combustión progresiva con perfil rediseñado, los piezoinyectores multipuerto, eln control de la presión de sobrealimentación, el sistema de control de refrigerante y el catalizador de almacenamiento de NOx dan como resultado un motor mucho más eficiente en el aprovechamiento del combustible (4,4 l/100 km) y menos contaminante (140 g/km de CO2).
En gasolina, el CX-3 conserva 2.0 Skyactiv-G de inyección directa con 121 o 150 CV, pero ahora con unos nuevos pistones con bordes recortados y mejoras en el sistema de admisión con el que se acelera el proceso de combustión. Con él, la entrega de par a bajas y medias revoluciones sea mejor. Este hecho, junto a una mayor presión de inyección, se traduce en un mejor aprovechamiento del combustible pulverizado y, por tanto, menores consumos y emisiones.