La industria del automóvil se enfrenta al mayor proceso de transformación de toda su historia. La seguridad, la electrificación, la digitalización y la conducción autónoma son parte fundamental en esta carrera en la que a cada paso surgen nuevos desafíos.
Aunque aún en fase temprana, precisamente la conducción autónoma es la que precisa de un marco de actuación más detallado y específico dados los múltiples factores que intervienen en cada una de las etapas (niveles) que marcan su desarrollo. Cuestiones incluso ajenas al propio progreso que se produce en el plano tecnológico y que tienen que ver, por ejemplo, con cuestiones legales asociadas a la responsabilidad en caso de accidente de los vehículos dotados con funciones de auto-pilotaje.
Un informe de las comisiones parlamentarias de Inglaterra, Gales y Escocia ha arrojado un primer rayo de luz sobre esta disyuntiva, asegurando que no tienen que ser los “conductores humanos”, término algo controvertido, sino la empresa que está detrás del sistema de conducción autónomo, la responsable legal en caso de fallo o accidente.
Un aspecto, a nuestro criterio, fundamental es la de solicitar una legislación clara y específica que delimite si un vehículo es autónomo o no. La conducción autónoma no debe tratarse como una escala de niveles (como es ahora el caso), un coche es autónomo en todas las condiciones y sin necesitar ningún tipo de supervisión, o no lo es. En este sentido, se insta a los fabricantes a que expliquen con claridad la diferencia entre la conducción autónoma y los sistemas de asistencia a la conducción ADAS, empleando una terminología adecuada para evitar que nadie crea que su coche es autónomo cuando no lo es.
Además, se recomienda crear un sistema de revisiones técnicas de los vehículos automatizados, con el fin de garantizar que sigan siendo seguros y cumplan las normas de circulación a lo largo de toda su vida útil. El mantenimiento de todos sus sistemas, cámaras y sensores es de vital importancia para que puedan funcionar con seguridad.
@Carglass