Nunca pensé que en el mejor día de mi vida sólo dormiría sólo tres horas. Eran las que separaban los vuelos entre Gran Canaria-Madrid y Madrid-Frankfurt. El último enlace salía a las 6:20 de la mañana y no podía perderlo. Intenté dormir en la terminal, algo en el avión, pero tenía un hervidero en la cabeza que me lo impedía: ¿Estaría a la altura de cómo lo había imaginado tantas y tantas veces? ¿Sería tan emocionante como esperaba y me habían contado? Nürburgring, el viejo ‘infierno verde’, la leyenda hecha circuito, estaba cada vez más cerca y, conmigo, otras tres personas con los mismos anhelos e idénticos mitos alrededor del ‘Ring’: Agustín Estupiñán, Aday Ravelo y Francisco Padrón.
Al llegar al aeropuerto de destino, con los ojos más cerrados que abiertos, intentamos buscar la compañía de alquiler para cubrir los desplazamientos en coche. No había. Preguntando, conseguimos entender que nos vendría a buscar un mini bus de la compañía Thrifti para llevarnos hasta sus oficinas. Superado el susto y tras un pequeño trayecto, recogimos las llaves de nuestro económico Toyota Yaris diesel automático. Este sería el coche que tendría que cubrir las dos horas de camino entre la ciudad de Frankfurt y el mítico circuito alemán.
En el minucioso proceso de planificación del viaje ya habíamos averiguado, a través de la página web oficial del circuito, los horarios de apertura al público (touristenfahrten). Ese día, el sábado 30 de mayo, el circuito abría de 13:00h a 19:30h y teníamos que recorrer unos 180 kilómetros entre Frankfurt y la población de Nürburg. No teníamos tiempo de perdernos ni de estar con mapas, así que utilizamos un navegador GPS en el que pusimos la dirección de otra compañía de alquiler de coches, esta vez, el que íbamos a emplear en nuestro bautismo en Nürburgring. Tras haber ojeado precios y servicios, optamos por la compañía Rent-Racecar que habíamos localizado en internet. Esta empresa tenía la ventaja de que todas las gestiones se pueden hacer vía correo electrónico y tanto en alemán como en inglés.
No fue un viaje a lo loco. Todo estaba bastante bien planificado, incluso la elección de nuestro ‘coche de carreras’. Siempre he pensado que mi primera vez en un circuito como éste no debía ser con uno extremadamente potente. Debía subirme a algo acorde con mis posibilidades como piloto y, por supuesto, con mis posibilidades económicas. Después de una serie de correos eletrónicos de ida y vuelta acabamos confirmando tres Volkswagen Scirocco 2.0 TSI y un Golf GTi V. Sólo sabíamos que tenían 220cv y que todos los coches montaban semi barras antibuelco y un set up específico para Nüburgring. Sólo leer su nombre en los e-mail imponía…
De camino
Nada es corriente a medida que te acercas a él. Recorriendo la autopista que nos llevaba a Nürburg nos íbamos cruzando con pequeños presagios de lo que nos esperaba: un Chevrolet Corvette, un Ford Mustang y una curiosa pick-up americana. También nos topamos con algunos Ferraris, en concreto con una pequeña excursión de cavallinos con unos ocho ejemplares de varios modelos. Risas nerviosas dentro del Yaris y cada kilómetro haciéndose cada vez más largo. Tanto que aprovechábamos cada vez que aparecía la ansiada indicación de fin de limitación de velocidad, puntos que aprovechábamos para saber de qué era capaz un pequeño Toyota Yaris diesel en una autovía alemana. No prueben a hacerlo en sus casas, pero lo conseguimos llevar rozando los 190 km/h, hasta que una señal en el salpicadero nos advertía que aflojáramos mientras por la izquierda nos seguían adelantando padres de familia con su prole en el asiento trasero a 220 km/h como si fuésemos parados.
La llegada al templo
Vamos llegando. El sistema de navegación GPS nos avisa de que debemos salir de la autobahn para recorrer unos 22 kilómetros por carreteras secundarias. El ambiente ‘racing’ sigue creciendo. Nos adelantan varios coches equipados con barras antivuelco, uno de ellos… ¡un Catheram Super 7! Dentro del Yaris tenemos una mezcla de sensaciones: por un lado, la tranquilidad de saber que estamos en el camino correcto, por otro, una incontenible ansiedad por llegar.
Más que un goteo, el incesante paso de súper deportivos es casi un diluvio. Es un auténtico peregrinaje de los amantes del ‘Ring’. Y a un lado y otro de la carretera, un bar lleno de moteros, incontables carteles con el nombre del circuito, una gasolinera llena de coches de videoconsola… Estamos dudando si parar un minuto para hacer alguna foto cuando, a la derecha, en una explanada, un inmenso aparcamiento de deportivos y… oh… ahí está, una de las curvas del circuito.
Parecíamos quinceañeras groupies a las puertas del concierto del cantante de moda. La sensación es literalmente indescriptible: bello de punta, estomago en un continuo sube y baja… Estábamos en la meca, el templo sagrado del motor, el lugar con el que llevaba años soñando y cuyos 20 kilómetros encierran casi tantos mitos como curvas. Ese sábado 30 de mayo, a las doce en punto, había llegado al Nürburgring Nordschleife.
La vista no daba más de sí. A pesar de todo continuamos haciendo caso a las indicaciones del navegador. Giro en un cruce tras unas típicas casas alemanas y entrada por una pequeña carretera sin salida que terminaba en una explanada. Allí estaba la oficina Theo Klenn, propietario de Rent Racecar. Aparcamos a toda prisa el Yaris y salimos corriendo a hacernos fotos con dos Dodge Viper de competición que estaban al lado. Entramos tímidamente a la oficina de Theo, con ese miedo que nos entra a todos de que la reserva que has hecho por internet no haya quedado registrada. Más nervios, miradas cómplices e inquietas entre todos los componentes de la expedición y, al otro lado del mostrador, una estupenda sonrisa. Sabían perfectamente quiénes éramos y a qué veníamos.
En lo que Heide (mujer de Theo) terminaba de atender a otros clientes, el amable propietario de la empresa se dirigió a nosotros. “¿Conocen los coches? ¿Los han visto?”. Tras una sincera negativa nos invitó a pasar a un garaje enorme. Cruzamos la puerta y…e-voilà, ante nosotros dos Porsche 911 (un 996 de carreras y un 997 GT3 de serie) un M3 E92 con barras y asientos performance de BMW, un 135i, un 330i E90, un 325 E46, un M3 E46, un Audi TT, algunos Volkswagen Golf GTi y, ahí estaban… cinco Scirocco blancos. Todos preparados con barras, algunos con baquets y arneses y todos brillando y sin un roce. Qué responsabilidad, no poderte permitir el lujo de dar ni un roce a una de esas máquinas. En lo que esperamos, Theo nos permitió subirnos a todos los coches y sacarnos fotos con ellos. No somos los primeros ni seremos los últimos.
Consejos
A la hora de alquilar los coches hay que tener en cuenta algunos requisitos. El primero, tener una edad mínima de 25 años, carné de conducir en vigor y tener tarjeta VISA para pagar 530 euros por un día de alquiler, aunque el precio varía según el coche. Hay dos modalidades de contratación: por periodo de un día puedes hacer 250 km, es decir, unas once vueltas al Nordschleife. Cada kilómetro superado tiene una penalización de dos euros. Si decides contratar medio día, tienes derecho a 130 km (unas seis vueltas), teniendo la misma penalización por kilómetros excedido.
Cada coche tiene contratado un seguro, aunque Heide nos advirtió de su franquicia. Si tienes un accidente y el coche queda siniestro, o tiene un presupuesto de reparación superior a la franquicia, pagas la nada desdeñable cantidad de 10.000 euros. Si el importe es inferior a dicha cantidad, pagas el costo de la reparación. No obstante, cada coche tiene su correspondiente importe de franquicia y, creanme, decidí conducir como si el coche fuera mío y lo acabara de sacar del concesionario ya que no quería pasar una temporada lavando los coches de Theo para saldar mi deuda. Aunque me tuviera que pasar una temporada viviendo junto a ‘The Ring’, que no era mala idea.
Una vez sacadas las fotocopias a nuestros carnés de conducir, rellenado el documento de alquiler y pagado el servicio, nos dispusimos a sacar nuestros coches del garaje. Primero unas pequeñas lecciones sobre el funcionamiento del cambio DSG. “If you want to change the secuencial mode to the automatic sport mode you have to hold down the right cam for two seconds”. Con los gestos entendimos que para pasar de modo secuencial a automático deportivo debíamos mantener presionada la leva derecha dos segundos. A continuación Theo nos invitó a que sigamos su Golf para llevarnos hasta la salida del circuito.
Aprovechamos ese pequeño trayecto para familiarizarnos con la posición de conducción, con el tacto de las suspensiones, de los frenos, de la dirección y del motor. No hay tiempo para más. Llegamos a la entrada de una rotonda en la que hay muchísimos coches deportivos en cola para acceder a pista. Theo nos hace aparcar en el arcén izquierdo, nos bajamos del coche y nos reúne para darnos algunos consejos. Un pequeño briefing sobre cuestiones tan sencillas y tan útiles como dónde aparcar o dónde comprar los tickets de entrada al Ring. “¿Han estado antes aquí?” Otra vez la respuesta fue negativa y, la suya, una pequeña sorpresa acompañada de una sonrisa cómplice: “Suban y les explicaré algunos trucos”.
El próximo martes 10 de agosto, próxima entrega de este reportaje del viejo circuito de Nürburgring.