El Dakar, el raid por antonomasia, aquel viaje alocado de principio de año, con África como horizonte soñado, del que quiso hacer partícipe al mundo, después de perderse por las llanuras del Teneré, el aventurero francés Thierry Sabine, cumple este año cuatro décadas; y, además, -al menos, en lo concerniente a la categoría de coches- pone punto final a un nuevo ciclo deportivo -como cuando se retiró Mitsubishi, o Volkswagen- dentro de su historia moderna.
Después de un bienio triunfal, particularmente espléndido el pasado año, cuando alcanzaron el clímax haciendo triplete con sus tres abanderados franceses (Stéphane Peterhansel, Sébastien Loeb y Cyril Despres, por ese orden), Peugeot, una de las marcas más emblemáticas de la carrera, volverá a decir (el próximo sábado día 20, en Córdoba) au revoir al Dakar. Del mismo modo que en 1990, cuando monopolizaron por primera vez las posiciones de honor (con Ari Vatanen, Björn Waldegard y Alain Ambrosino).
Los de Sochaux pretenden despedirse igual que entonces de la carrera que más éxitos les ha reportado a lo largo de su historia. Para ello, han desarrollado una evolución del 3008 que dominó sin ambages la pasada edición. Ahora, el buggy francés cuenta con mayor anchura de vías (20 cm), al haber aplicado los galos, en ese sentido, el nuevo reglamento que decretó la FIA el pasado verano para el Mundial de Cross-Country. Aunque, por esa misma normativa, aunque el tamaño de las bridas de admisión se haya equiparado para todos este año, el prototipo de Peugeot se ha visto obligado a incrementar su peso en 70 kilogramos. Un lastre que le restará agilidad respecto a la competencia.
No obstante, el 3008 -denominado ahora con el apellido 'Maxi', como en su día el 306 Kit-Car- sigue partiendo como principal favorito, tanto por la pléyade de estrellas que portará a bordo, como por las características del rutómetro: más puramente dakariano este año que en las ediciones precedentes, con cinco etapas de dunas encadenadas la semana inicial, por la geografía de Perú, donde se disputará mañana la prólogo.
Un año más, Toyota ha dado un salto cualitativo a nivel técnico en pos de aprobar con sobresaliente, de una vez por todas, su asignatura pendiente junto a Le Mans. Para ello, la estructura sudafricana que gestiona el proyecto de la marca japonesa en el Dakar ha optimizado la Hilux que tantos triunfos mundialistas ha cosechado desde el pasado año, con Nasser Al-Attiyah a los mandos.
Aunque vuelve a ser una incógnita cómo responderá su motor V8 atmosférico en las etapas de mayor altitud, el piloto catarí -el aspirante que con mayor celeridad se descartó en 2017, junto a Carlos Sainz- ha decidido renovar su apuesta por la pick-up de la marca asiática para tratar de reconquistar el trono del desierto, en una edición que, además, a nivel normativo, concede más chance (al menos, sobre el papel) a los vehículos 4x4.
Además de incorporar mejoras estructurales, y también en la admisión, las Toyota del catarí y sus compañeros de escuadra, Giniel de Villiers y Bernhard Ten Brinke, han adelgazado 65 kilogramos, y se han amoldado a un nuevo compuesto de neumáticos, más eficiente. A su vez, el recorrido de suspensión de las Hilux se ha incrementado 3 centímetros, lo mismo que en los Mini de Nani Roma -repescado hace unos meses por X-Raid, el equipo con el que ganó hace cuatro años-, Orlando Terranova o Yazeed Al-Rahji, 100 kilos más ligeros que la edición anterior.
Una rebaja sustancial que, unida a las mejoras en materia de chasis implementadas por el equipo de Sven Quandt, debería potenciar el rendimiento del All4 Racing alemán. El modelo más veterano del plantel actual, que conoce ya el rostro y la fisonomía de su futuro sucesor: el buggy con formas de otro tiempo, desarrollado a lo largo del pasado año, que va a poner a prueba Mikko Hirvonen, a modo de piloto de test, durante este Dakar.