El asfalto ya está aquí. El puro y duro de las carreteras corsas aguarda este fin de semana a los contendientes de un Mundial que, dependiendo lo que acontezca hasta el domingo por los recovecos de la isla mediterránea, puede empezar a ser cosa de dos; de los dos únicos aspirantes que han pisado el primer peldaño del podio desde que comenzó el campeonato a finales de enero: Sébastien Ogier y Ott Tänak.
El galo, vencedor en Monte-Carlo y México, ha recuperado el impulso que perdió con el percance de Suecia, precisamente antes del Tour de Corse. La cita nacional francesa, el rallye por antonomasia para Citroën, cuyos colores oficiales va a defender por primera vez Ogier en la isla de Napoleón, donde tan solo ha ganado, siendo él, dos veces hasta la fecha: en 2016, con Volkswagen, y el pasado año, a los mandos del Ford.
El de Gap afronta por tanto el reto de coronar vencedora a Citroën en un rallye icónico como es este para el público francés, donde la escuadra de Versalles venció por última vez hace once años, con Sébastien Loeb. Uno de los pilotos más laureados del Tour de Corse, al que regresa después de su contratiempo de la pasada edición, vestido ahora con los colores de Hyundai, como compañero de Dani Sordo y de un Thierry Neuville obligado por las circunstancias a dar el do de pecho en el mismo escenario donde logró en 2011, con Peugeot-Benelux, su primer triunfo de campanillas.